por Roberto Monares
Este 1 de mayo, una nueva conmemoración del Día del Trabajador, expresó, en distintas regiones, promesas incumplidas del gobierno y los mismos problemas de los trabajadores.
En el sector público, gran importancia tiene la huelga de la de la Corporación de Asistencia Judicial, que enfrenta despidos y precarización por parte del Ministerio de Justicia de Jaime Gajardo (PC).
En regiones, en el ámbito de la salud, destacó la lucha de les trabajadores del Hospital Van Buren en Valparaíso —el centro médico más importante de la Quinta Región—, que enfrenta una dramática situación por la falta de insumos, camas, entre otros recursos. En educación, el Colegio de Profesores de Magallanes depuso su paro, en sus palabras, “no porque nuestras legítimas demandas hayan sido resueltas, sino porque hemos sido empujados con la fuerza del miedo”, y denunció que “ahora se nos responsabiliza del colapso educativo, mientras los verdaderos culpables —quienes hicieron promesas de campaña que hoy olvidan con soberbio descaro— quedan impunes”.
Las trabajadoras de AJUNJI de Magallanes, por su parte, denuncian persecuciones y represalias contra dirigentes que no se alinean con los dictámenes de los partidos de gobierno. Este 1º de mayo reflejó los mismos problemas de siempre, con un punto en común: el compromiso del Gobierno de Boric con la derecha para dar continuidad al ajuste fiscal.
En la marcha de la CUT en Santiago destacaron columnas de manipuladores de alimentos, trabajadores del Metro, empleados públicos, entre otros. Sin embargo, la dirección PS-PC de la CUT busca canalizar el descontento dentro de los mismos partidos oficialistas. Ni una palabra por Hugo Morales, gasfitero que murió en La Moneda por un paro cardíaco tras una jornada de 18 horas. Tampoco se mencionó el suicidio de una funcionaria del Ministerio de Hacienda, quien había denunciado maltratos laborales antes de su muerte.
En el acto central, el presidente de la CUT, David Acuña, alertó sobre el peligro de una “derecha fascista” que “busca criminalizar la protesta y precarizar el trabajo”. No obstante, bajo este gobierno, las bases trabajadoras ya sufren esa criminalización y precarización. ¿Podría un futuro gobierno de ultraderecha profundizar estos ataques? Sin duda. Pero, a diferencia del relato de la dirigencia PS-PC de la CUT, la tendencia a aumentar la explotación laboral es una dinámica propia al capitalismo contemporáneo, que incluye tanto a gobiernos de derecha como de “izquierda”, como el de Boric. Por ello, la defensa consecuente de los derechos laborales requiere un programa que cuestiona el sistema capitalista, no la colaboración con gobiernos que lo sostienen.
En paralelo, en los últimos años surge en Santiago la marcha “alternativa” de la Central Clasista. Si bien comparte críticas a la CUT, no ha logrado constituirse como una alternativa político-sindical a la CUT que trascienda lo simbólico. Los conflictos sindicales recientes no se articulan en torno a esta nueva central, sino a las organizaciones tradicionales (CUT, ANEF, Colegio de Profesores). La automarginación de la CUT limita su capacidad para ofrecer una alternativa real a las bases. Además, las corrientes detrás de esta marcha (MPMR, MIR o PC-AP) exhiben una contradicción: su supuesto “clasismo” convive con el apoyo a gobiernos burgueses como los de Maduro (Venezuela) u Ortega (Nicaragua), que reprimen sindicalistas y privatizan servicios.
La historia enseña que la clase capitalista nunca regaló mejores condiciones de vida a los trabajadores: fue la clase trabajadora quien las construyó. Ante tremendo desafío, ¿Cuál es el punto de partida? Desde estas páginas sostenemos que es poner los problemas de la clase trabajadora en el marco del sistema capitalista contemporáneo y el actuar de los gobiernos. Solo así los trabajadores podrán dejar de ser engañados y entender el origen sistémico de sus demandas. La tarea clave es vincular la lucha sindical con la lucha política anticapitalista, lo que no implica dividir organizaciones por afinidades ideológicas de sus dirigentes. Es necesario unificar las luchas de los trabajadores y al mismo tiempo impulsar que los sectores más conscientes se organicen en un partido revolucionario que tenga una política opuesta a la colaboración con gobiernos capitalistas y que busque recuperar a los sindicatos, federaciones y a la CUT para la mano de la clase trabajadora. ¿Existen referentes históricos? Sí. La fundación de la CUT en 1953 y los Cordones Industriales de 1972 marcan un camino.