por Tamara Pouliquen

Para nadie es misterio que las alzas golpean fuertemente los hogares de la clase trabajadora y que nuestros salarios no están alcanzando para vivir. En los últimos 12 meses, el precio del pan ha experimentado un alza del 28,2%, el aceite vegetal un 60%, la harina un 58%, el petróleo Diesel un 45,2%, el azúcar un 49,9% y así con muchos productos de primera necesidad. Pero el fenómeno de las constantes alzas no sólo afecta a los productos de primera necesidad, sino que también a algunos servicios, como por ejemplo, los arriendos, los créditos para el acceso a viviendas o el costo de la educación. Pero estas alzas no son un azar, sino que son consecuencia de procesos inflacionarios en el funcionamiento de la economía capitalista y Chile cerró el 2022 con un 12,8% de inflación, la más alta en 30 años.

Si bien la inflación parece un concepto abstracto para los trabajadores, se evidencia cuando vamos a comprar nuestros alimentos y nos encontramos pagando el doble comprando la mitad de los productos que comprar antes. La inflación en economía es cuando hay un alza generalizada y sostenida de los precios de bienes y servicios en un periodo de tiempo. Esta se mide en torno a las variaciones del IPC (Índice de Precios al Consumidor), que representa el nivel del costo de la vida y se calcula sobre una canasta básica de productos y servicios. Este índice también se usa para regular o reajustar arriendos, salarios, créditos, locomoción colectiva, servicios de agua y luz etc. Aunque las causas de la inflación obedecen a múltiples factores, nuestro país no está ajeno al proceso inflacionario global, que como sostiene el economista Michael Roberts: “Es el resultado de un ‘shock de oferta’: escasez de producción y ruptura de la cadena de suministro inducida por la pandemia de COVID y luego por el conflicto entre Rusia y Ucrania”.

A pesar de que esto suene incomprensible para nosotros, sabemos que las consecuencias de aquello las pagamos los trabajadores, porque, en lo concreto, la inflación afecta a los salarios en general; los precios de los alimentos se multiplicaron al doble y por lo tanto los salarios se van depreciando en relación al costo de la vida.

Los sueldos por el suelo, las ganancias por el cielo

Según los datos entregados por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), mientras los salarios reales de los trabajadores a enero del 2023 acumularon 14 meses de caída por causa de este proceso inflacionario, por contraparte, las ganancias del gran empresariado siguieron aumentando. El sector de la Banca obtuvo exorbitantes utilidades durante el año 2022, las cuales subieron en un 44%, llegando a 5,5 mil millones de dólares; y como la economía chilena es un modelo de alta concentración de la riqueza, los mismos dueños de la Banca son también dueños de la tierra, de las empresas y del capital. Ellos tienen la dominancia de los mercados, de la distribución, de los activos financieros y de los medios de comunicación, y todas las ganancias van a unas pocas manos.

Al mismo tiempo, las ganancias de las grandes empresas llegaron a 45 mil millones de dólares en 2022. El 50% de esas ganancias se concentró en diez empresas, la mayoría pertenecientes a los grandes grupos económicos chilenos, como Luksic, Matte, Angelini. Es decir, mientras los trabajadores nos vemos cada día más apremiados por la inflación, los grupos económicos, las diez familias que son dueñas de todo en Chile, acumulan ganancias extraordinarias.

¿Y por qué no suben los salarios?

Entonces, si a los trabajadores cada día se nos hace más caro vivir, si nuestra vida se ha tornado más pobre ¿por qué no suben los salarios? Mientras el gobierno de Boric y Apruebo Dignidad obedecen a las políticas monetarias del Banco Central y a las políticas focalizadas propias del modelo neoliberal como el Subsidio familiar para personas de escasos recursos (que sólo pertenecen al 60 % de los hogares más pobres, no del 60% de la población), en nada les preocupa que con la creciente inflación se precaricen aún más nuestros hogares y que necesitemos un aumento general de salarios; el propio ministro Marcel ha declarado que  “Debemos equilibrar debidamente tanto la demanda de reajuste salarial como el cuidado del empleo” para enfrentar la próxima negociación  con la Central Unitaria de Trabajadores, que a su vez plantea un insuficiente  salario mínimo de $500 mil pesos.  En tiempos de mayor carestía para la clase trabajadora, gobiernos y empresarios hablan de responsabilidad fiscal y echan mano a viejos mitos como: aumentar los salarios aumentaría la inflación porque hay más circulante,  incluso siguen infundiendo la idea de que la inflación se dispararía si viene un nuevo retiro de las AFP.

El mito de que el aumento del salario mínimo aumentaría la inflación, parte del hecho que la mayoría de los contratos colectivos negociados por los trabajadores tienen como piso el salario mínimo y un aumento de este supone un aumento en la negociación de los salarios en general, pero el fenómeno inflacionario hoy no tiene relación con eso. Este mito sirve al gran empresariado para mantener los salarios bajos y aumentar o por lo menos no disminuir su tasa de ganancia. En consecuencia, ellos negocian para incrementar los salarios por debajo de la inflación o aumentarlo lo más bajo posible con el fin de preservar sus ganancias.

Tampoco existe evidencia de que la inflación esté relacionada con los retiros de las AFP, de hecho, las AFP se financiaron vendiendo activos en el extranjero, se importaron dólares y mitigaron su precio disminuyendo la inflación; por lo tanto, no es causante de esta, además que gran parte de estos retiros retornó a las instituciones bancarias por pago de deudas.
Entonces, ¿cómo se explica que mientras nuestros salarios siguen tan bajos y pierden poder de compra, los empresarios sigan aumentando sus ganancias?

La primera respuesta es que los empresarios mantienen los salarios bajos para asegurar apenas la subsistencia del trabajador, reponer sus fuerzas para producir y asegurar la reproducción de la mano de obra con la finalidad de no disminuir sus niveles de ganancia y con ello aumenta la explotación de los trabajadores. Por ejemplo, de una jornada laboral de 8 horas sólo 3 están destinadas al salario y las 5 restantes son para las ganancias de los capitalistas. Esto tiene relación directo con la cesantía y la existencia del llamado “ejército industrial de reserva”, o sea, millones de personas sin trabajo que están dispuestas a trabajar por lo más mínimo.

La segunda, es que los empresarios utilizan la colusión, que es cuando 3 o 4 grandes monopolios se ponen de acuerdo para mantener los precios más altos para su propio beneficio. Esto solo es posible debido a la alta concentración de la propiedad en algunos grupos económicos. Mientras la FAO (Organización de las naciones unidas para la alimentación y la agricultura) indica una variación a la baja de los alimentos en los índices de precios de los cereales, los aceites vegetales y los productos lácteos; en Chile los precios de los alimentos siguen al alza o no disminuyen, por ejemplo.
El tercer elemento que explica porque los sueldos en Chile son tan bajos, independiente de la inflación, es el carácter de la propia economía. Chile posee una economía exportadora de productos primarios y de bajo valor agregado (minerales, pescados, frutas) y carece de desarrollo científico e industrial. Esto impide que se generen empleos con alto grado de calificación. Un dato que demuestra esa realidad de forma clara es que más del 98% de los empleos recuperados después de la pandemia son precarios (con bajo nivel de seguridad social, parciales, etc.). La mediana de los sueldos de la clase trabajadora es peor que hace 6 años. Todos los índices empeoran para las mujeres donde 3 de cada 4 se declara sostenedora del hogar. Lo único que posee el trabajador es su fuerza de trabajo, que vende como mercancía al precio que impone el capitalista y si consideramos que en nuestro país la mayoría de los trabajadores no negocia colectivamente.

Mientras nuestra situación de vida va empeorando, las dirigencias de la mayoría de los sindicatos, federaciones y centrales sindicales, en vez de organizar a los trabajadores con base en sus necesidades reales, se sientan con los distintos gobiernos y empresarios a negociar las migajas que caen de sus mesas. Esto debe terminar. Es necesario que elaboremos un Pliego urgente de demandas de la clase trabajadora con base en nuestras necesidades reales, lo que discutimos en este artículo.

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