Después que Chile explotó en 2019, los partidos políticos que dirigen el país nos prometieron que todo cambiaría si cambiábamos la Constitución. Desde la izquierda hasta la derecha, todos dijeron que el cambio Constitucional era la vía para mejorar la vida. Pero eso hasta ahora no ha pasado, y no va a pasar.
La anterior Convención Constitucional fue un fracaso. El proyecto de Nueva Constitución fue rechazado por la mayoría de la población y es verdad que gran parte de ese rechazo fue influenciado por las mentiras creadas por los dueños del país, que no tenían nada que ver con lo que estaba escrito. Sin embargo, el Rechazo también fue victorioso porque muchas personas llegaron a la conclusión de que la Nueva Constitución no traería cambios efectivos en su vida y estaban enojadas con el gobierno de Boric, que ya demostraba ser más de lo mismo (por ejemplo, cuando rechazó el 3er retiro de las AFPs).
Pues bien, a los políticos de derecha e “izquierda” no se les ocurrió mejor idea que hacer una nueva Constituyente, para intentar legitimar el decadente régimen político. Si la anterior Convención Constitucional, que contó con amplio apoyo del movimiento popular y generó grandes expectativas, fue incapaz de cambiar el país (incluso si hubiese ganado el Apruebo poco hubiera cambiado, ya que la nueva Constitución casi no tocaba los intereses de las 10 familias que dominan el país), el nuevo Consejo Constitucional es peor que una burla, un fraude completo. Veinticuatro “expertos”, indicados por el Congreso, están escribiendo el primer borrador de Constitución, que después deberá ser aprobado por los futuros “consejeros constituyentes” que serán electos el 7 de mayo, de los cuales solo participarán los partidos ya constituidos, sin listas de independientes. O sea, nos harán votar por los que han dirigido el país los últimos 32 años, sumando que los “nuevos” partidos que surgieron son aún peores que los partidos tradicionales. El Partido de la Gente, por ejemplo, es un nuevo partido de derecha que defiende el capitalismo neoliberal que tanto daño le ha hecho a la mayoría de la población trabajadora.
Y la guinda de la torta… para que ese “Consejo Constitucional” no apruebe nada que afecte a los dueños del país, habrá una comisión de 14 árbitros, juristas del empresariado, fiscalizándolo para que se cumplan los 12 puntos ya acordados entre los partidos que serán la base de la Nueva Constitución (todos manteniendo la propiedad de los grandes grupos económicos y el actual Estado al servicio de ellos). O sea, por donde se mire, el nuevo proceso no tiene nada de soberano, ni popular, ni legítimo. La Constitución que nazca de este Proceso Constituyente será tan o más ilegítima que la de Pinochet.
Por ello, como trabajadores y trabajadoras, debemos repudiar completamente el nuevo Proceso Constituyente. Y de la misma forma, como no existen candidaturas del pueblo trabajador que ha luchado y que quieran defender propuestas de cambios profundos al capitalismo chileno, convocamos a toda la clase trabajadora y a la juventud a VOTAR NULO el próximo 7 de mayo.
Entre las primeras normas aprobadas por los “Expertos” están varios ataques a la clase trabajadora y el pueblo. Una de ellas es sobre el derecho de huelga. Se propone que quede en la Constitución que la única posibilidad de realizar huelgas para los trabajadores sea en caso de negociaciones colectivas. Si bien esto ya funciona así hoy, ahora se propone que esté en la Constitución, una Ley más importante que el Código Laboral que hoy regula el derecho de huelga. En el caso del Medioambiente también hay normas que van en el sentido de empeorar la legislación, ya que se plantea que la protección del medioambiente deba estar combinada al desarrollo económico privado, lo que abriría aún más la puerta para derrumbar las frágiles leyes que protegen la naturaleza hoy. |
La democracia chilena es hecha a la medida de los ricos
Muchos activistas que quedaron afectados con la derrota del Apruebo hoy siguen defendiendo que es necesario tener una Asamblea Constituyente. Sin embargo, no hacen un balance de que la Convención Constitucional anterior fue una forma de Asamblea Constituyente, aunque con importantes limitaciones. ¿Por qué es importante entender esto? Porque en Chile no existe ninguna posibilidad de que se realice una Asamblea Constituyente realmente controlada y dirigida por las pobladoras, los obreros, la juventud popular, y que solucione los problemas de la mayoría de la población si no se destruye el Estado actual. Los que están en el poder del Estado son los que fijan los límites y facultades de cualquier Asamblea Constituyente.
Pero esa “dificultad” que el pueblo tiene de disputar espacios al interior de la “democracia” no es casual. Es porque la “democracia”, en el capitalismo y en particular en Chile, es muy restrictiva. Existe muy poco espacio para conquistar cambios a través de esta institucionalidad, porque todo el aparato del Estado está al servicio de los ricos. Ellos controlan el Parlamento, la Justicia, las Fuerzas Armadas, corrompen a los partidos y funcionarios del Estado, etc. Y si pierden un poco de poder político, pueden desestabilizar la economía a través de sus grandes empresas, Bancos y medios de comunicación. El camino de la democracia burguesa está cerrado para los cambios sociales. La mayor prueba de ello fue el propio gobierno de Salvador Allende, que intentó realizar grandes reformas sin acabar con el Estado burgués, y todos sabemos cómo terminó esa historia.
Por ello, es necesario que las y los trabajadores, principalmente los activistas más conscientes, entiendan que con esta democracia no lograremos construir un Chile al servicio de la mayoría de la población trabajadora. Todos los futuros partidos, aunque surjan de las movilizaciones sociales y del “pueblo”, seguirán el mismo camino del Frente Amplio y PC si no se proponen disputar el poder al aparato estatal burgués.
¡A rechazar el nuevo Proceso Constituyente y preparar a los trabajadores para resistir!
Es muy probable que la nueva propuesta de Constitución sea aún peor que la actual. Esto porque en todos los países del mundo la gran burguesía está haciendo una ofensiva contra los trabajadores: retirando derechos, privatizando empresas, apropiándose cada vez más de los minerales, del agua, etc. Por ello, es necesario que la clase trabajadora esté atenta a lo que se está aprobando y es fundamental que las organizaciones de trabajadores, pobladores y juventud no permitan ningún retroceso más.
Desde el MIT creemos que la única forma conquistar profundos cambios al servicio de la clase trabajadora es que los trabajadores tomen el poder del Estado en sus manos. Es evidente que esto no va a pasar de la noche al día, por lo cual es fundamental que construyamos un partido revolucionario que lleve estas ideas a cada rincón del país, de Arica a Magallanes, a la puerta de las fábricas, al interior de las minas, liceos y a cada trabajador y trabajadora agrícola. Debemos construir un proyecto de organización independiente de la clase trabajadora, recuperando los sindicatos para luchar y no para estar en reuniones entre 4 paredes con gobiernos burgueses y patrones. En la historia de Chile existe una larga tradición de lucha y organización de la clase obrera que es necesario reconstruir.
La clase trabajadora chilena no puede permitir que la gran burguesía nos siga dividiendo. Es fundamental que incorporemos a los trabajadores migrantes en nuestras actividades, sindicatos, organizaciones territoriales. Es fundamental que luchemos contra la xenofobia en cada lugar de trabajo, que discutamos de forma paciente con nuestros compañeros que expresan opiniones xenofóbicas para mostrarles que el enemigo no es el migrante y sí el gran empresario que saquea el país, sea chileno, canadiense, norteamericano o chino.
Los trabajadores chilenos también deben construir un proyecto en común con el pueblo mapuche. Ese proyecto debe tener como base fundamental el derecho de autodeterminación de ese pueblo y la devolución de sus tierras, robadas por el Estado chileno al servicio del empresariado. Eso significa también rechazar la criminalización de las organizaciones mapuche y exigir la libertad de todos los presos políticos, chilenos y mapuche.
Ese fue el programa que defendió nuestra compañera María Rivera en la Convención Constitucional y es el programa del MIT. Un programa de lucha en defensa del pueblo trabajador chileno, de los migrantes y mapuche. Un programa para caminar hacia la reorganización de la clase obrera y para disputar el poder con la gran burguesía y sus partidos.