Como anunciaban las encuestas, salió vencedor el candidato de derecha José Antonio Kast, con 7,2 millones de votos (58,18%), contra Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista y representante del oficialismo, con 5,1 millones de votantes (41,82%).
La victoria de Kast, con casi 20 puntos de diferencia, representa una gran derrota del proyecto reformista de la “nueva Concertación”, coalición que dirigió el país en los últimos cuatro años, agrupando al Partido Socialista, PPD, Frente Amplio, PC y otras organizaciones. Esa derrota, como hemos escrito anteriormente, solo puede ser comprendida a partir del balance del gobierno de Gabriel Boric.
Entendemos la tristeza y preocupación de los millones de trabajadores, jóvenes y activistas que votaron por Jara porque repudian a Kast y a todo lo que representa. De nuestra parte, también repudiamos a Kast y a toda la derecha chilena, sea ella más moderada o más radical. Sabemos que su proyecto es totalmente proempresarial y que no tendrán ningún pudor en atacar al pueblo trabajador, a las mujeres, a la población LGBT y a los más pobres. Kast es un pinochetista, parte de una familia que estuvo directamente involucrada en el proyecto económico y en las atrocidades cometidas por la dictadura. Por eso, merece todo nuestro repudio.
Por otro lado, no compartimos la tristeza por la derrota de Jara, ya que Jara representaba la continuidad de los gobiernos de la Concertación, que mantuvieron intacta la herencia de la dictadura: la privatización del cobre, de las pensiones y de los servicios públicos; la precariedad laboral y sueldos insuficientes para vivir dignamente; la corrupción generalizada y la impunidad de los corruptos; la represión y persecución del pueblo mapuche, de los estudiantes y de los luchadores en general.
Por eso, dijimos que la clase trabajadora no tenía candidato en estas elecciones. En la segunda vuelta, ambos defendían el proyecto de continuidad del capitalismo neoliberal chileno, uno con una supuesta cara “más humana” y el otro sin tapujos.
Ahora, es necesario mantener la calma y analizar la realidad con lucidez, sin desesperación ni exageración. Debemos entender lo que vendrá en los próximos cuatro años y cómo nos enfrentaremos al nuevo gobierno de la derecha.
¿Qué es Kast y la “ultraderecha” chilena?
Kast expresa una “nueva derecha” que viene a ocupar el espacio abierto con la crisis de la “derecha tradicional”. Esta derecha empezó a naufragar con el estallido social del 18 de octubre de 2019. El gobierno de Piñera (que supuestamente no era de “ultraderecha”) terminó con la peor evaluación desde el retorno de la democracia, después de haber asesinado a decenas de personas y dejado a otras cientos mutiladas. El escenario de polarización social abierto con el 18 de octubre hizo que la derecha más dura se reorganizara y ocupara el espacio de la derecha tradicional (que también tiene en sus filas a muchos pinochetistas, principalmente la UDI).
Con la crisis del proyecto reformista de Boric, que fue incapaz de solucionar los problemas de la mayoría de la población y no cumplió sus promesas de campaña, la “nueva derecha” capitalizó el descontento social y hoy resulta electa con un discurso basado en atacar la “delincuencia” y a los “migrantes”. Como buenos defensores de las familias más ricas del país, buscan convencer a la población más pobre de que los problemas sociales no derivan del saqueo realizado por las transnacionales y el gran empresariado chileno, sino que son resultado del “narcotráfico” y de la entrada de migrantes irregulares. Puras mentiras y falsificaciones de la realidad, que solo buscan instalar el miedo.
Kast es parte de una nueva derecha internacional que defiende, de manera más abierta, tomar duras medidas contra los migrantes, los pobres y los sectores históricamente oprimidos. Ese sector responde a la propia crisis y decadencia del capitalismo mundial y a los intereses del gran empresariado de los países imperialistas, que necesitan aumentar la explotación de los trabajadores y el saqueo de los bienes naturales.
Por otro lado, sería un error caracterizar a Kast y a su coalición como “fascistas”. Kast es un exmilitante de la UDI y su partido ya ha dado muestras de respetar la institucionalidad burguesa chilena (lo que podría cambiar de acuerdo a como se desarrolle la lucha de clases). Hoy, los dueños de Chile, a quienes Kast representa, no necesitan al fascismo para seguir implementando sus planes económicos y sociales, ya que esta democracia burguesa les sirve perfectamente. Además, su gobierno tampoco es algo totalmente distinto de lo que ya conocemos. De la misma manera que el gobierno de Boric tuvo una enorme influencia de la ex Concertación, el gobierno de Kast tendrá una enorme influencia de la derecha tradicional.
Decir todo esto no significa minimizar el peligro que representa Kast.
¿Cuál es la agenda empresarial y de la derecha?
Con el gobierno de Kast podemos esperar nuevos ataques a la clase trabajadora y al pueblo. Los grandes empresarios están celebrando su elección y presionarán para que el Gobierno y el Parlamento aprueben nuevas reformas que aumenten la explotación de los trabajadores, el despojo de las cotizaciones que pagan meses a mes los trabajadores en las AFP y el saqueo de los recursos naturales.
Kast buscará poner en marcha gran parte de lo que fue aprobado durante el gobierno de Boric, que ya había avanzado en responder a las demandas de los empresarios para aumentar sus ganancias. Esa agenda incluye:
- Aumentar la ganancia empresarial a través de la disminución de impuestos a las grandes empresas;
- Aumentar el saqueo de los bienes naturales y facilitar la aprobación de proyectos extractivistas, saltándose la ya pobre legislación ambiental (esto será permitido a través de la “Ley de Permisología”, aprobada con el apoyo del gobierno de Boric);
- Quitar derechos laborales a los trabajadores y permitir un mayor abuso laboral por parte de los patrones;
- Aumentar la edad de jubilación legal, lo que hará crecer el fondo de pensiones que es despojado mes a mes a los trabajadores a la vez que aumentará la cantidad de años que los trabajadores serán explotados. Esto implica que tendrán aún menos tiempo para gozar su jubilación y utilizarán menos de su fondo individual para jubilar. Un negocio redondo para los dueños de las AFPs, que precariza el trabajo, la jubilación y solo hace más grande las arcas de las familias más ricas;
- Recortar programas sociales y el financiamiento de los servicios públicos para pagar los intereses de la deuda pública, cuyos acreedores son grandes bancos y capitalistas;
- Aumentar la persecución de la población migrante irregular;
- Mantener la persecución y el encarcelamiento de las comunidades y organizaciones mapuche que luchan por la recuperación territorial;
- Retroceder en derechos democráticos de las mujeres y de la población LGBT.
¿Cómo enfrentamos los ataques que vendrán?
Para los trabajadores y trabajadoras que no votamos por Kast, la primera tarea es no desmoralizarnos ni desesperarnos. La desmoralización es la mayor enemiga de la lucha social. Debemos mantener la frente en alto y organizarnos donde estemos: en los sindicatos, juntas de vecinos y otras organizaciones territoriales, colectivos, comunidades, etc.
Kast no solucionará ninguno de los problemas sociales del país y es muy probable que los profundice. Eso hará que muchos trabajadores que votaron por él pronto se den cuenta de que Kast es su enemigo. Además, es probable que veamos nuevos procesos de lucha obrera y popular: huelgas por derechos y sueldos, tomas de terreno por vivienda, luchas estudiantiles por mejores condiciones de estudio, luchas de las mujeres, etc.
Es fundamental que las organizaciones sociales y sindicales se articulen y no luchen de manera fragmentada. Además de resistir los ataques que vendrán, debemos discutir un pliego de demandas de la clase trabajadora, los estudiantes, el pueblo mapuche y demás sectores sociales, para avanzar en conquistas reales para el pueblo, como la nacionalización del cobre con control obrero para financiar viviendas, salud y educación públicas; el fin de las AFP; la devolución de las tierras al pueblo mapuche; un aumento general de sueldos; el congelamiento de los precios de las cuentas básicas, etc.
Las organizaciones sindicales y también los movimientos sociales deben romper completamente la tregua con el Estado burgués. Durante el gobierno de Boric, muchas de esas organizaciones, como la CUT, tuvieron una política de conciliación de clases, negociando migajas con los grandes empresarios en detrimento de los intereses de los trabajadores. Esa política solo dio como resultado leyes totalmente insuficientes (como la ley de las 40 horas) o, en otros casos, leyes abiertamente proempresariales, como la reforma de pensiones. Las pésimas condiciones de vida de la población trabajadora siguen casi iguales que antes de Boric (o peores).
Para que esas organizaciones vuelvan a priorizar los intereses de los trabajadores, es fundamental sacar a los dirigentes vendidos y conciliadores de sus direcciones, ya que ellos son un verdadero cáncer que impide el desarrollo de la lucha y la organización social. Hablamos de dirigentes apernados en los sindicatos durante muchos años, burócratas que pasan más tiempo en salas con aire acondicionado negociando con los empresarios que entre los trabajadores. Ese tipo de sindicalismo fue el que construyeron el Partido Comunista y el Partido Socialista al interior de los sindicatos en los últimos 35 años, profundizando la fragmentación sindical, la despolitización y la apatía de los trabajadores.
Lo mismo puede decirse en relación con los movimientos sociales. Muchos dirigentes “sociales” se transformaron en asesores de ministerios, como fue el caso de Doris González, dirigenta del movimiento de vivienda Ukamau, que pasó de la lucha popular a ganar un sueldo de más de tres millones en el Ministerio de Vivienda. Es necesario que las bases de los movimientos sociales saquen a ese tipo de dirigentes y pongan verdaderos luchadores sociales en su lugar, con conciencia de clase y dispuestos a ser controlados por sus bases.
Hay que construir un partido revolucionario en Chile
Para luchar contra Kast debemos tener la más amplia unidad de acción. Ningún sectarismo puede existir cuando se trata de defender los derechos de los trabajadores y de los sectores oprimidos.
Sin embargo, la vanguardia de la juventud, de los trabajadores, pobladores, de las mujeres y del pueblo mapuche no puede estar rehén de las direcciones reformistas, como el Frente Amplio, el PC y sus aliados (como Cristian Cuevas del Partido Popular, Solidaridad, etc.. No podemos seguir votando en el duopolio que ha gobernado Chile en los últimos 35 años, que ahora se presenta con nuevas caras. Es necesario discutir la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora y del pueblo pobre. Un partido que no tenga ilusiones en cambiar Chile a través de la podrida institucionalidad burguesa que existe hoy. Un partido que esté dispuesto a liderar una revolución que ponga a los trabajadores en el poder, una revolución que recupere todo lo que el imperialismo y las familias más ricas de Chile nos han quitado.
El Frente Amplio y el Partido Comunista, por más apariencia de izquierda que tengan, ya demostraron que quieren ganar elecciones para seguir administrando el capitalismo neoliberal, intentando humanizarlo, tarea que es imposible. No están dispuestos a dar una pelea hasta el final para que Chile sea realmente independiente, para que la mayoría de los trabajadores pueda decidir qué hacer con los recursos del cobre, del litio y de los demás sectores productivos.
El MIT está empeñado en la construcción de ese partido revolucionario. Invitamos a todos los trabajadores, trabajadoras y jóvenes que estén de acuerdo con nosotros a construir este proyecto.



