por Otávio Calegari

El orden público no puede coexistir con una revolución, Claudio Crespo

Hace algunos meses se publicó el libro G3, honor y traición. Revelaciones de un Carabinero traicionado por el Estado del ex policía de Fuerzas Especiales Claudio Crespo. La publicación del libro generó revuelo en redes sociales, debido a que Claudio Crespo fue uno de los carabineros más “mediáticos” en el marco del estallido social y es el principal acusado de haber dejado ciego a Gustavo Gatica, joven que perdió ambos ojos por el disparo de una escopeta antidisturbios. En el marco de esas investigaciones, Crespo fue dado de baja de la institución en 2020.

El libro de Crespo merece ser leído y debatido, debido a ser uno de los pocos testimonios públicos de un ex oficial de Carabineros sobre el llamado estallido social. Los militantes de izquierda que se dicen revolucionarios o defensores de los Derechos Humanos deberían leerlo y confrontarlo. No es suficiente decir que Claudio Crespo es un “violador de derechos humanos”. Las ideas expresadas por Crespo en su libro y en sus entrevistas en canales de televisión o YouTube deben ser rebatidas una a una, ya que tienen repercusión en determinados sectores de la sociedad.

Este texto tiene como objetivo hacer una crítica a ese libro. Esta crítica va más allá del tema de “derechos humanos” o de lo que hizo o no Claudio Crespo. En primer lugar, queremos hacer una crítica a su visión del “estallido social”, sus interpretaciones, falsedades y omisiones. En segundo, queremos debatir acerca de las falsificaciones que hace Crespo para defenderse y presentarse como un “perseguido político” y también entender cómo los protocolos de Carabineros están hechos para permitir que la policía siga haciendo lo que hizo durante el “estallido social”. En tercer lugar, queremos debatir acerca de las críticas que hace Crespo al “Estado democrático de derecho”, donde identifica, de manera correcta pero con conclusiones equivocadas, varias de las falsas ideologías planteadas por los defensores de ese Estado, sean de derecha o de izquierda. Crespo demuestra cómo algunos oficiales, políticos, fiscales y jueces, que representan a los dueños del país, están dispuestos a sacrificar a algunos de los principales defensores de ese Estado, como a él mismo, para mantener intacta la dominación de las familias más ricas. Esa dura crítica también demuestra, acompañando el razonamiento del ex policía, cómo esta propia democracia es la que genera personajes protofascistas, como el propio Crespo, debido a su incapacidad de dar respuesta a fondo a las contradicciones sociales del capitalismo.1

El relato

El relato del libro es sencillo: Crespo fue un funcionario honesto durante 27 años, que sacrificó su vida personal y su salud en defensa del país y de Carabineros, pero que al final terminó traicionado por el mismo Estado que defendía. Esta es la narrativa defendida por el ex policía en las más de 350 páginas de su libro.

Al principio, Crespo construye su imagen como la de un policía bueno, honesto y preocupado con el bienestar de la sociedad. En los capítulos iniciales, va contando sus primeras experiencias como carabinero, como la vez que encontraron a un sujeto ebrio tirado en la calle y lo llevaron al hospital o cuando se cruzó con una persona en condición de calle y la llevó a almorzar a una comisaría de Carabineros, pidiendo, de manera “clandestina”, al cocinero del cuartel que le pasara otra marmita para un “amigo”, etc. Las primeras páginas están llenas de relatos del policía bueno al servicio de la sociedad.

Posteriormente, Crespo ingresa a las Fuerzas Especiales (FFEE) en 2005. En las FFEE, le tocará intervenir en varios procesos de rebelión social y protestas violentas de las últimas dos décadas: las batallas del 21 de mayo en Valparaíso, los días del “joven combatiente” en Lo Hermida, La Victoria y otras poblaciones de Santiago, las batallas contra las barras bravas en los estadios, el “resguardo del orden público” durante las rebeliones estudiantiles de 2006 y 2011, y la rebelión de Freirina contra la planta de Agrosuper. Algunos de esos enfrentamientos están bien detallados en el libro.

El momento más complejo de su carrera, sin embargo, llegará en 2019, con el estallido social. Gran parte del libro está dedicada a contar, día a día, lo que sufrían los policías de Fuerzas Especiales en sus enfrentamientos contra los “delincuentes” y “antisociales” de la Primera Línea. Crespo se presenta casi como un héroe patriótico, contando detalladamente cada piedrazo y golpe que recibió y cada licencia médica que rechazó para poder seguir en la calle defendiendo al país y a los ciudadanos de bien.

El fin de la historia es la tragedia. Después de una carrera “intachable” en Carabineros por 27 años, después de todo el sacrificio durante el estallido social, de haber sacrificado la convivencia con su familia y también su salud, Crespo es perseguido por el mismo Estado y termina en prisión preventiva durante 420 días en un Centro de Detención de Carabineros, acusado de haber disparado a Gustavo Gatica. Actualmente, debido a la decisión de un juez “imparcial”, según Crespo, él se encuentra en libertad, pero la causa sigue abierta.

El estallido social en la visión de Crespo

Antes de entrar a la crítica de Crespo sobre las “injusticias” cometidas en su contra, vale la pena discutir la visión del ex policía sobre la revolución de octubre de 2019.

La interpretación presentada por Crespo sobre el “estallido social” es poco original, ya que ha sido la interpretación mayoritaria entre sectores de derecha: el estallido social fue planificado, organizado y financiado por organizaciones de izquierda que querían derrumbar el gobierno e instalar el comunismo. Como un agente “en la calle”, Crespo supuestamente intenta comprobar esos hechos; sin embargo, no presenta ninguna prueba sobre lo que afirma. Todas sus afirmaciones vienen de sus interpretaciones sobre la revolución que estaba en curso y que él es incapaz de entender, debido a su mentalidad de acérrimo defensor del “orden”.

Veamos entonces qué dice Crespo:

Dentro de la organización del movimiento, todos los días y todo el día, en cada esquina de las avenidas que convergen en la plaza Italia, se instalaban hombres y mujeres con algún elemento en sus manos (como piedras u otro objeto) y golpeaban los fierros de los paraderos del Transantiago o quioscos. Repito, era todo el santo día, un sonido cansador. […] Desconozco si a esta gente le pagaban por hacer eso, aunque creo que nadie hubiese hecho gratis.” (p. 148, todos los destaques en negrita son míos).

Posteriormente, afirma:

[…] también veíamos cómo alimentaban a estos tipos, a los soldados de la primera línea. Vi varias veces por las redes sociales cómo les llevaban comida a estos sujetos para continuar en la lucha. Siempre me pregunté: ‘¿Quién subvencionaba todo eso? ¿Quién estaba detrás de todo el caos, destrucción y odio?’. Esto nunca fue espontáneo” (p. 171).

En otro momento, contando sobre los enfrentamientos en Plaza Italia, dice:

Yo, a diario, me preguntaba: ¿no tenían nada más que hacer en su vida? ¿Alguien los obligaba a participar de los disturbios en la zona cero? Creo que la respuesta era obvia. Era imposible que los sujetos se reuniesen por voluntad propia todos los días a hacer lo mismo; es decir, a agredir a los carabineros y a destruir el entorno. Estaba claro que alguien les pagaba por sus servicios.” (p. 205).

En otro momento, también sobre la primera línea, plantea:

Estos tipos actuaban como robot o, más bien, como trabajadores pagados por alguien; seguían instrucciones y lo más impresionante es que acataban muy bien esas órdenes.”

Nuevamente, comentando sobre una cena que fue organizada en la noche de año nuevo de 2019 en Plaza “Italia”, Crespo se pregunta:

¿Quién costeaba eso? Detrás de este movimiento corría mucho dinero. Todos los días alimentaban a los combatientes, considerando también el alcohol. Les suministraban utensilios de ataque y defensa, como eran los escudos artesanales, máscaras antigás, guantes de cuero, herramientas para romper veredas, candados y cortinas de metal, molotov, fuegos artificiales, láseres verdes y un largo etcétera. También supimos que a muchos de ellos les pagaban en forma diaria.” (p. 254).

Las supuestas preguntas de Crespo sobre quién estaba detrás de la organización y financiamiento del movimiento pronto son respondidas por él mismo:

*“[…] el viernes 17 de enero de 2020, mientras se realizaba en el ex Congreso Nacional el Foro Latinoamericano de Derechos Humanos, organizado por el exsenador Alejandro Navarro en calidad de presidente de la comisión de DDHH del Senado, interrumpieron las actividades para dar paso a un grupo de encapuchados representantes de la primera línea, los cuales fueron recibidos con ovaciones por los asistentes, como si fueran unos verdaderos héroes. […] En este foro se encontraban los abogados Mauricio Daza, Francisco Ugas, Cindy Salazar y Fernando Leal; además de Marco Enríquez-Ominami y Baltasar Garzón […]. […] Este triste episodio ratifica todo lo que he narrado en este libro, en el sentido de que lo que ocurrió en Chile, desde el 18 de octubre en adelante, fue planificado, organizado y financiado por estos grupos.”* (p. 277).

Pero Crespo va aún más allá, planteando que hasta la fecha del 18 de octubre fue elegida cuidadosamente. Después de citar una larga intervención del excandidato presidencial de “Todos a la Moneda” Marcel Claude, donde este habla sobre la necesidad del movimiento de plantearse la toma del poder y avanzar más allá de la espontaneidad de la “primera línea”, Crespo plantea:

Quise transcribir las palabras de Marcel Claude para que el lector pueda darse cuenta de que la crisis que afectó al país desde octubre del año 2019 siempre estuvo planificada. ¿Por qué el 18 de octubre? Perpetuamente las fechas han tenido un significado y en esta ocasión no hubo una excepción. Para ello hay que remontarse al pasado, a aquel 18 de octubre de 1948, día en el que fue publicada en el Diario Oficial de Chile la ley 8.987, denominada Defensa Permanente de la Democracia, la que consistió básicamente en proscribir la participación política del partido comunista chileno en todos los actos y cargos públicos. Los comunistas la llamaron la Ley Maldita. ¡Estaba todo pensado!” (p. 311).

¡Cuánta creatividad! El 18 de octubre, por lo tanto, sería la fecha elegida casi como “venganza” histórica por los comunistas debido a la Ley Maldita. Como Crespo no puede entender lo que pasaba en Chile y por qué se producen las revoluciones en la sociedad capitalista, tuvo que buscar algún hecho histórico para encajar en su teoría conspiratoria.

Ya en el último capítulo, Crespo arremete con la ya conocida teoría de la conspiración de la extrema derecha a nivel internacional:

Otto Reich dijo que la izquierda está creando el denominado Orden Mundial, que, fuera de las teorías conspirativas, es muy sencillo definir y no es otra cosa que la implantación de un poder supranacional, basándose precisamente en organizaciones que fueron creadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En concreto, lo que está claro es que este Nuevo Orden Mundial busca implantar una nueva humanidad, un único gobierno, una religión, un único sistema económico y, para ello, se debe eliminar al ser humano anterior, imponiendo los pilares fundamentales del relativismo moral, entre ellos la ideología de género, la despenalización del aborto libre e implantar un nuevo código de valores a las personas. Es lo que llaman la Cuarta Revolución Industrial, que consiste en la implantación del sistema robótico, basado en inteligencia artificial que controle todo aquello que antes era de alguna manera normal en el ser humano, en algo completamente nuevo y desde cero, y para eso se necesita formatear la antigua, es decir, a la civilización cristiana, con sus valores y principios, e imponer una serie nueva de valores que permita a las juventudes, que encajan perfectamente en esa nueva realidad, ser representadas principalmente en la llamada Agenda Global 2030 o Agenda del Siglo XXI, promovida por las Naciones Unidas.”

Obras de ficción como esta deberían dar risa a cualquier persona más o menos informada si no viviéramos en una sociedad tan decadente, donde las clases dominantes tienen que inventar mentiras y teorías conspirativas todos los días para justificar lo injustificable. Tienen que convencer a las personas de que las revoluciones no son causadas por la miseria generada por el capitalismo, que Crespo tanto defiende, sino por grupos de “revolucionarios” que preparan meticulosamente cada paso de la revolución.

Pues bien, discutamos algunas de las absurdas afirmaciones de Crespo, por más absurdas que suenen.

En primer lugar, el ex policía no presenta ninguna prueba sobre sus afirmaciones. Más allá de los nombres de personajes públicamente conocidos como Marcel Claude, Jadue o Navarro, no existe ninguna prueba de que las manifestaciones y la primera línea hayan sido financiadas por tales o cuales agrupaciones. El propio Crespo se contradice en otro momento cuando dice que Daniel Jadue un día fue expulsado de una manifestación en “Plaza Italia” (p. 313). O sea, ¿cuándo un dirigente del Partido Comunista podría ser expulsado de una manifestación financiada y organizada por los propios comunistas? No hay explicación para esto.

Lo que Crespo no entiende, o no quiere entender, es que para que estalle una rebelión popular o una revolución, esta no necesita ser preparada ni financiada por ningún grupo político. En general, las revoluciones toman por sorpresa incluso a los grupos revolucionarios que las tienen como parte de su programa. Tampoco ningún partido es capaz de hacer estallar una revolución de masas. Lo que los partidos hacen es intentar conducir o canalizar esos procesos hacia sus programas y salidas. Es decir, los partidos pueden cumplir un rol de dirección, pero no pueden iniciar una revolución cuando quieren, poniendo una fecha para el estallido social.

En Chile, no es difícil entender que los motivos por los cuales millones de personas salieron a las calles, con una alta tolerancia a la violencia de masas, están lejos de haber sido manipulados o creados por partidos o personajes políticos. Estos motivos están más que documentados, incluso por intelectuales de derecha. Podrían ser resumidos en una frase: el abuso cotidiano que sufre la mayoría de la población. Si queremos enumerar algunos de esos abusos, tenemos: el secuestro de los fondos de pensión por las AFP que condena a los ancianos a la miseria; la precariedad y el alto costo de la educación que tiene a millones de familias endeudadas; los bajos sueldos y el abuso patronal en los lugares de trabajo; la violencia policial cotidiana que sufren los más pobres, como los vendedores ambulantes; el robo descarado de tierras de la población mapuche y su condena a vivir marginada y discriminada; la situación de los niños del Sename, abandonados y muchas veces muertos en manos del Estado; el costo de la salud pública y privada y las enormes filas de espera, etc. Junto con ese abuso cotidiano, la población del país viene asistiendo, por décadas, cómo los políticos, oficiales de las FFAA y Carabineros y grandes empresarios saquean el país y el Estado y no les pasa nada. Casos como Milicogate, Pacogate, Penta, Soquimich, Caval, colusión del confort, del pollo, de las farmacias, etc., etc.

Pero ese abuso no fue lo único que generó la violencia del “estallido”. La violencia y el odio fueron generados por las décadas de promesas incumplidas por gobiernos de derecha e “izquierda”, por la decepción con las miles de marchas pacíficas que no llevaban a nada, como las marchas de NO + AFP, por la violentísima represión de Carabineros a las marchas, protestas, huelgas, etc. Claudio Crespo “se olvida” de obreros como Rodrigo Cisterna o Nelson Quichillao, que fueron asesinados por Carabineros mientras participaban de huelgas, o de los estudiantes torturados en comisarías durante la rebelión “pingüina”, o de los mapuche asesinados en el sur, como Camilo Catrillanca, a quien Carabineros intentó presentar como un delincuente a través de un burdo montaje que posteriormente fue desacreditado.

Crespo no entiende, o no quiere entender, que la mayoría de la población del país no es idiota ni necesita ser manipulada por el Partido Comunista para sentir odio contra las instituciones del Estado, los carabineros, los políticos y los grandes empresarios que saquean el país.

En muchos pasajes de su libro, Crespo cuestiona por qué existe tanto odio contra Carabineros, como si ellos fuesen los responsables por los problemas del país.2 No creemos que Crespo no entienda esto; sin embargo, un lector desavisado puede creer que sí. Entonces le responderemos: gran parte de la población odia a Carabineros porque esta institución ha sido uno de los pilares en la defensa de este orden podrido que solo beneficia a una ínfima minoría de la sociedad chilena y a capitalistas extranjeros. Los carabineros, quieran o no, sepan o no, son los que defienden que el saqueo del país por esas personas se reproduzca día a día, condenando a la mayoría de la población a una vida sin dignidad. Crespo llega incluso a reconocer que la “democracia chilena” solo sobrevivió gracias a los Carabineros.3 Sin embargo, no reconoce que esta “democracia” y este “orden público” que defendieron es justamente lo que está cuestionado por toda la sociedad.

Por otro lado, lo que Crespo no quiere o no puede entender, por su rol de policía al servicio del sistema, es que la revolución chilena fue realizada por millones de personas y que esas millones de personas tenían conciencia de que un “estallido social violento” era necesario para que fueran escuchadas. Por eso el enorme apoyo a la primera línea. Por eso la organización de madres para alimentar a los jóvenes en su enfrentamiento a Carabineros. Por eso la organización de médicos, enfermeras y personal de la salud para curar a los heridos. Por eso la disposición de obreros para hacer escudos cada día más primorosos. Por eso la disposición de miles de jóvenes de arriesgar su vida y sus ojos. Crespo no puede entender cómo, racionalmente, miles o millones de personas apoyaron a ese movimiento de “violentistas”, “delincuentes” y “antisociales”. Su cabeza, metida en un casco durante 27 años, se ha hecho demasiado estrecha para entender el mundo actual. Y decimos el mundo actual porque las contradicciones que existen en Chile no son una particularidad chilena. En todos los países capitalistas, algunos con más desigualdades, otros con menos, se da un proceso similar. Por ello, cotidianamente vemos explosiones sociales en distintas partes del mundo. La concentración de la riqueza, fruto del funcionamiento de la sociedad capitalista, es lo que genera las explosiones sociales, rebeliones y revoluciones. Y las revoluciones son hechas por las masas, no por una u otra organización. Las organizaciones pueden conducirlas a determinados objetivos y fines, pero no las crean. Si Crespo estudiara un poco más a sus enemigos, podría entender qué es una revolución.

Le ayudaremos en esto con una cita de León Trotsky, uno de los principales dirigentes e historiadores de la revolución rusa de 1917. Hace casi cien años, Trotsky escribía:

El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.”

El “estallido social” chileno, en ese sentido, fue un ejemplo clásico de revolución. Otra discusión es dónde terminó, pero discutir esto no es el objetivo de esta nota.

El caso Gatica y las falsificaciones de Crespo

El 8 de noviembre de 2019, en el auge de las protestas, Gustavo Gatica, joven manifestante, fue herido en ambos ojos por el disparo de una escopeta, que terminó por dejarlo ciego. Algunas semanas después, Claudio Crespo fue acusado de haber sido el autor del disparo. Así, empezaría la persecución penal en su contra, que dura hasta hoy. Según Crespo, la persecución es una tremenda injusticia. Esto por tres motivos: en primer lugar, porque, según él, no habría pruebas contundentes de que fuera el responsable directo del disparo; segundo, porque los carabineros estaban actuando en un contexto de revolución, bajo órdenes de superiores y con protocolos que fueron cumplidos (en su caso); tercero, porque la institución no les daba las condiciones suficientes para efectuar su trabajo, lo que le generó la expulsión de Carabineros.

Partamos por este último punto. Crespo fue dado de baja de Carabineros por supuestamente haber manipulado el contenido de su cámara GoPro en relación con los sucesos del 8 de noviembre, fecha en que Gatica fue herido. Según él, la institución meses antes les había dado cámaras GoPro para que utilizaran en sus uniformes; sin embargo, no les había ofrecido la tarjeta de memoria, lo que hizo que los miembros de las FFEE tuviesen que comprar sus propias tarjetas. Mientras no se conseguía un chip más grande, Crespo utilizó uno de un amigo, que era de 2 GB, lo que lo obligaba a descargar todos los días el contenido que quedaba grabado. Sin embargo, cuando llegaba de los procedimientos, la oficina de audiovisual, donde debería dejar el contenido, ya estaba cerrada. Por ello, lo retiraba y dejaba en su computador de trabajo, en su oficina. Esa irregularidad hizo que la institución lo diera de baja posteriormente. Sobre ello, reflexiona Crespo:

Hoy reflexiono sobre lo acontecido y si la cámara no tenía tarjeta de memoria porque no nos entregaron una fiscal, entonces, ¿yo tenía la obligación de grabar? Claro, en aquel tiempo, encontrándome activo, cumplía la orden como fuera, agotando todos los medios, lo que significaba comprar o conseguir una memoria. Pero hoy, mirándolo de la vereda del frente, el Estado es el encargado de entregar las herramientas a la policía para que cumpla su labor. Si el Estado no entregaba dichos recursos, no era culpa del policía. Por lo tanto, no se puede exigir y menos desvincular a un funcionario por un supuesto incumplimiento de una orden mal impartida.” (p. 241).

En relación al segundo punto, sobre el contexto social y los protocolos, Crespo afirma que respetó todos los protocolos de Carabineros, incluso en una situación totalmente excepcional como era el estallido, manteniendo siempre la distancia “segura” para disparar la escopeta antidisturbios, de más de 20 metros4, como recomendado por el fabricante de las municiones y por Carabineros. El problema no fue no respetar los protocolos. El problema, según él, fueron las municiones.

A esa distancia (20m) hubiera sido imposible, dice Crespo, haber dejado ciego a Gatica si las balas que disparaban fueran de goma, como les decían. Aquí hay un punto fundamental en su narrativa y se refiere a algo que todos supimos en su momento: las balas que disparaban las FFEE no eran de goma, sino en un 80% compuestas de otros materiales como magnesio, plomo, bario, mercurio, hierro y silicio (solo un 20% de goma). Este hecho fue confirmado por investigaciones independientes de la Universidad de Chile y posteriormente de instituciones extranjeras. Según Crespo, ni él ni el alto mando de Carabineros tenían esa información. En sus palabras:

A mí y a todos los carabineros, el Estado, a través de la institución, nos entregaba munición de goma no letal. Yo solo era el usuario, no un experto en munición, tampoco soy perito balístico y menos químico, y nunca estuvo dentro de mis obligaciones saberlo. El cartucho en su parte externa tenía la siguiente leyenda: ‘perdigón Goma 8 mm’. Nosotros creíamos que estábamos disparando la escopeta con munición de goma; de hecho, nunca lo puse en duda y confié plenamente en lo que la institución me entregó. El perdigón de goma disparado a una distancia de cinco metros de una persona solo debería ocasionarle lesiones menores porque no penetra la piel y menos debería producir estallido ocular [destaque nuestro]. Si hubiese sido así, si efectivamente la munición hubiera sido de goma, como el cartucho lo decía en su parte exterior, no hubiese pasado nada. No se habrían registrado lesionados por el uso de ese tipo de armamento, no habría personas con lesiones oculares. Aquí la culpa no es de los usuarios; por favor, que eso quede claro. Los que utilizamos la escopeta desconocíamos la composición de las postas. […]

Lo ocurrido fue una irresponsabilidad enorme que cometió la institución y que, por supuesto, también involucra al Estado. Ambos tienen la obligación de hacerse responsables, de no dejar abandonados a los funcionarios que enfrentan la justicia como si tuviesen la culpa de lo que ocurrió; en mi caso, como si nosotros hubiésemos tenido opción de elegir la munición.” (pp. 241-242).

Así, Crespo cuestiona por qué ellos, los que disparaban, fueron perseguidos y no los responsables por haber comprado las balas o los que no las fiscalizaron.

Por último, en relación al caso de Gatica, Crespo plantea que ningún peritaje pudo concluir de forma contundente que él había sido el autor del disparo, debido a no haber ningún video que lo demuestre de manera clara. Los peritajes realizados por Carabineros y la PDI tampoco pudieron comprobar su participación directa en los hechos. Sin embargo, nada de eso fue considerado en las audiencias, y Crespo estuvo en prisión preventiva por haber sido tratado como “un peligro para la sociedad”. Lo que Crespo trata de demostrar es que su caso era una evidente persecución política, ya que los políticos, jueces y el Ministerio Público querían mostrar a la sociedad que se estaban persiguiendo a los “violadores de derechos humanos”.

Aquí no tenemos condiciones de opinar sobre las imágenes presentadas en el caso de Gustavo Gatica y las pruebas en contra de Crespo debido a no haber estudiado a fondo el caso. Sin embargo, esto no es tan relevante para debatir con los argumentos de Crespo, ya que su versión va mucho más allá de si hay pruebas materiales de que él haya efectuado el disparo o no. Lo que Crespo plantea es que, aunque hubiese pruebas, él no debería haber sido castigado, porque el problema central era la munición que estaban ocupando, y esto no era su responsabilidad. Según él, se habían cumplido los protocolos de Carabineros y de los fabricantes de la munición, lo que no debería haber generado daños como estallidos oculares a los posibles afectados. La tesis de Crespo tiene fuerza y merece ser debatida. Veamos entonces si tiene o no razón.

En primer lugar, varias de las afirmaciones de Crespo, como siempre, no condicen con la realidad. Su afirmación de que un disparo de perdigón de goma 8 mm no debería causar mayores daños a más de 5m debido a no penetrar la piel es una falsedad. Según un estudio de Carabineros de 2012,5 los perdigones de goma utilizados por Carabineros, de la marca TEC, causan daños importantes si son disparados hasta los 30m. Hasta los 25m, si son disparados en el rostro y cuello, incluso pueden causar la muerte del afectado (y otros daños graves). Hasta los 30 m está la posibilidad de causar “estallido ocular” si se dispara a los ojos. Así, vemos que también la otra afirmación de Crespo, de que cumplió los protocolos de Carabineros y las orientaciones de uso de la munición disparando a más de 20 m, tampoco sirve de prueba de inocencia, ya que las propias municiones de goma pueden generar estallidos oculares a más de 20 metros. Otro estudio más reciente llega a conclusiones incluso más preocupantes, planteando que los proyectiles de marca TEC pueden llegar a penetrar la piel hasta a una distancia de 28m y tendrían un 50% de probabilidad de generar una herida penetrante ocular (HPO) hasta a 80m de distancia si son disparados a los ojos.6

Así, podemos ver que los “datos” en que se apoya Crespo para defender su tesis son completamente falsos, aunque las municiones fuesen de goma y no de plomo.

En segundo lugar, y aquí debemos estar de acuerdo con Crespo, la oficialidad de Carabineros y el gobierno (Ministerio del Interior) son los principales responsables por los cientos de manifestantes con trauma ocular, y los castigados no pueden ser solamente los policías que dispararon las escopetas (que también son responsables).

Es evidente que los hechos denunciados sobre la composición de las balas disparadas durante el estallido deben ser investigados y sus responsables deben ser castigados. Sin embargo, la discusión va más allá de la composición de los proyectiles. Los protocolos de Carabineros que existían en 2019 y también los nuevos (2021) posibilitan que los disparos de proyectiles de goma tengan como consecuencia daños oculares graves a los posibles afectados. Esto no ha cambiado, y en los próximos años podremos ver nuevos casos de trauma ocular. Esto no es una casualidad, ya que el principal objetivo de la institución es mantener el orden, cueste lo que cueste. Ese “control” puede ser más “blando” en momentos de relativa paz; sin embargo, en momentos de gran tensión social, es inevitable que tengan que utilizar herramientas más violentas contra las manifestaciones. La idea de que es posible tener una policía mejor entrenada en derechos humanos y que no genere ese tipo de daños es una utopía, ya que esa no es su función. Esto no significa que las organizaciones sociales, populares, sindicatos, etc., no deban exigir la prohibición de las escopetas antidisturbios, por su carácter extremadamente dañino.


Las críticas de Crespo a la democracia

En muchos momentos de su libro, Crespo critica a las instituciones democráticas, que estarían todas corrompidas. Cita casos de corrupción como el caso SQM, los casos de colusión empresarial, la corrupción presente en el Ministerio Público, Servicios de Impuestos Internos, alcaldías, etc. La impunidad que existió en la mayoría de esos casos demostraría, en su opinión, que los poderosos no son castigados:

SQM pagó a políticos 14,7 millones de dólares, y solo hubo diez personas condenadas a penas remitidas y ninguno de los verdaderos culpables, de esos que cometieron delitos, lucraron y actuaron bajo intereses económicos y políticos, fueron perseguidos ni condenados.”

Su crítica llega hasta el gobierno actual:

*“Boric y su gobierno, que criticaban fervientemente en más de una oportunidad la empresa Soquimich (SQM), que, dicho sea de paso, es de propiedad del yerno del general Augusto Pinochet, en enero del 2024 anunció que había logrado una alianza público-privada con SQM para la explotación del litio en Chile; ahora eran aliados y amigos, un verdadero chiste.”*

En esa crítica, tenemos total acuerdo con Crespo. Las instituciones de esta democracia burguesa están totalmente podridas y controladas por los grandes empresarios dueños del capital. Los fiscales, jueces y políticos tradicionales son funcionarios de esos capitalistas.

Sin embargo, Crespo utiliza su crítica para apuntar que, al mismo tiempo en que existe una impunidad para los que roban, corrompen, etc., el Estado persigue a los que defendieron el orden público, sacrificándose día a día sin contar con las herramientas necesarias y bajo una enorme presión.

Sus críticas llegan hasta la alta cúpula de Carabineros —que no estaba en la calle tomando decisiones—, en la figura del exdirector de Carabineros Mario Rozas, y también a los encargados de seguridad del gobierno de Piñera.

Sus palabras contra las autoridades del Estado son duras y contundentes, dejando en claro que durante una revolución es necesario legitimar el uso de la fuerza como lo habían hecho para defender el Estado:

¿Qué esperaba el INDH? ¿Qué esperaba la justicia? ¿Qué esperaba el Ministerio del Interior? ¿Qué esperaba el general director de Carabineros? ¿Que no hubiese ningún lesionado de parte de los violentistas? Esos vándalos nos atacaron usando todo tipo de elementos, desde armas de fuego, molotov, piedras, fierros, postones, fuegos artificiales y cualquier cosa que se les podía ocurrir, y nosotros usamos las herramientas que fueron entregadas por el Estado a través de la institución.”

Estas palabras, de la pluma de un exoficial de Carabineros, dejan al descubierto el carácter del Estado burgués, eliminando la hipocresía de los políticos tradicionales, principalmente de izquierda, que hablan de “respetar los derechos humanos” en todos los casos. Crespo deja claro que, bajo una revolución, no puede existir “respeto a los derechos humanos”. También en esto tenemos total acuerdo con Crespo. La idealización reformista de que es posible conquistar una sociedad que “proteja los derechos humanos” de todos es una utopía, ya que vivimos en una sociedad de clases donde los de arriba emplean, si es necesario, todos los medios para mantener su dominación. Por otro lado, la violencia popular en una revolución no se da porque las masas sean violentas, sino porque saben que de otro modo no serán escuchadas y no conseguirán nada. Así, podemos afirmar, siguiendo las palabras de Crespo, que en la sociedad capitalista es imposible que el Estado burgués respete los derechos humanos. En los momentos de tensión, la única forma de defender el status quo es con violencia extrema.

La crítica de Crespo a la hipocresía de la democracia burguesa, sin embargo, nuevamente incurre en falsificaciones, ya que Crespo intenta demostrar que el Estado chileno persigue a los “nobles” carabineros y protege a los delincuentes de la Primera Línea. Esa tesis es totalmente falsa y es fácilmente desechable. Basta ver la cantidad de causas de violación de los derechos humanos durante el estallido social que el Ministerio Público dio por cerradas (más de 1500)7, o la situación de los que sufrieron trauma ocular, que se encuentran en completo abandono por el Estado8. En el caso de carabineros, fueron poquísimos los condenados. Uno de los casos más emblemáticos, como el del excarabinero Sebastián Zamora de FFEE que empujó a un joven de un puente en el río Mapocho, terminó con la absolución de Zamora, aunque los videos de sus acciones fueron conocidos por todo el país[3]. Este “pobre” carabinero, “súper perseguido” por el Estado, anunció hace poco que dejaría la institución para afiliarse al Partido Republicano, de extrema derecha.9

Así, la tesis de Crespo de que el Estado habría actuado en contra de Carabineros no pasa de una fantasía. El Estado democrático burgués, para mantener su “fachada” de democracia, necesita siempre generar una “apariencia” de que está actuando conforme “el derecho” y la “justicia”. La causa en contra de Crespo, que sigue abierta, es parte de esa apariencia que el Estado necesita mantener para que la sociedad siga creyendo que el Estado burgués es imparcial y castiga tanto a los carabineros extremistas como a los manifestantes “violentistas”.


Conclusiones

El libro de Crespo, a pesar de sus innumerables falsificaciones, teorías de la conspiración y afirmaciones fantasiosas, merece ser leído para entender cómo funciona el Estado burgués y cómo piensan muchos de sus defensores. Crespo es un buen ejemplo de cómo se construye una mentalidad fascista o bonapartista, la cual critica duramente la hipocresía de las instituciones democrático-burguesas. En ese mismo sentido, aunque en varios momentos critique a los grandes empresarios dueños del país, defiende con uñas y dientes el sistema capitalista. La diferencia de Crespo —al igual que la de Kast o Kaiser— con los “demócratas burgueses” es que defiende abiertamente la necesidad y legitimidad de la represión violenta contra el pueblo cuando este se levanta contra las injusticias del sistema capitalista. Crespo entiende que, durante una revolución, no hay espacio para “los derechos humanos”.

La izquierda que dice querer transformar todo debería sacar las mismas lecciones de Crespo, pero desde la vereda opuesta: en el sistema capitalista, los derechos humanos del pueblo nunca serán respetados. La única salida, por lo tanto, será la revolución, que inevitablemente será violenta. Como decía Mao Zedong, parafraseando la frase de Crespo citada al inicio de este artículo: “la revolución no es una invitación a cenar”.10

1Crespo se reconoce, en varios pasajes del libro, como simpático a las ideas de derecha y un fuerte crítico al “comunismo”. El prólogo de su libro es escrito por nadie menos que Pérez Hermógenes de Arce, abogado y exdiputado y uno de los mayores pinochetistas del país.

2“Vuelvo a insistir que nosotros no teníamos nada que ver con sus demandas y menos con la situación política que afectaba al país; por lo tanto, siempre me preguntaba: ´¿Qué culpa teníamos los Carabineros?´.” (p. 236)

3“Siempre lo voy a sostener: gracias a Carabineros, Chile aún goza de democracia y de Estado de derecho.” (p. 213)

4Según investigación de la PDI, Crespo estaba a 24,5m de la “primera línea” cuando efectuó el “supuesto” disparo que cegó a Gatica.

5Ver https://ciperchile.cl/wp-content/uploads/INFORME-CARABINEROS_compressed.pdf

6Ver https://www.arsmedica.cl/index.php/MED/article/download/1657/1472/6906

7Ver https://radio.uchile.cl/2025/02/21/estallido-social-ministerio-publico-decide-no-perseverar-en-la-investigacion-de-mil-509-casos-de-violaciones-de-ddhh/

8Cuatro de esas víctimas se suicidaron en los últimos años. https://doble-espacio.uchile.cl/2023/11/20/no-basta-con-mutilar-el-suicidio-de-jorge-salvo-y-el-abandono-de-las-victimas-de-trauma-ocular-2/

9Ver https://www.t13.cl/noticia/politica/sebastian-zamora-deja-carabineros-se-une-partido-republicano-quiero-seguir-otro-ambito-6-4-2025

10 “… a revolution is not a dinner party, or writing an essay, or painting a picture, or doing embroidery; it cannot be so refined, so leisurely and gentle, so temperate, kind, courteous, restrained and magnanimous. A revolution is an insurrection, an act of violence by which one class overthrows another.” en https://www.marxists.org/reference/archive/mao/selected-works/volume-1/mswv1_2.htm

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí