Con más de diez puntos de diferencia, la opción “En Contra” venció a la opción “A favor” en el nuevo Plebiscito Constitucional. La primera se impuso con 55,76% de los votos contra 44,24% de la segunda. Con esta votación, se cierra un ciclo constitucional abierto el 15 de noviembre de 2019 con el Acuerdo por la Paz, que planteaba como salida a la crisis social la realización de un Proceso Constituyente que pudiera generar un nuevo “pacto social”.
Sin tener la pretensión de realizar un análisis completo de todo el proceso social que vivimos en los últimos cuatro años, desde el estallido revolucionario, queremos apuntar a algunos elementos para ayudar a interpretar los resultados de ayer.
Algunos datos relevantes
En el 71% de las comunas del país ganó la opción “En Contra”. De las 16 regiones, el “A favor” ganó solamente en tres: Ñuble, Maule y La Araucanía, regiones del sur con alto peso del gran empresariado agrícola latifundista. En la Región Metropolitana (RM) el resultado del plebiscito se asemeja mucho al del primer plebiscito constitucional, el que preguntaba si las personas querían o no una nueva Constitución. En el actual plebiscito, la opción “A Favor” ganó solamente en cinco comunas, Vitacura, Lo Barnechea y Las Condes, San Pedro y Colina, entre estas, se encuentran las tres más ricas de Santiago y del país, expresando una clara división de clases en el electorado. Si bien podemos explicar la victoria del “A Favor” en esas comunas a partir de la conciencia de clase de las familias burguesas de que esta era su Constitución, no podemos hacer lo mismo para explicar la victoria del “En Contra” en la mayoría de la Capital, ya que los motivos del voto “En Contra” son más difusos. En algunas de las comunas más pobres y obreras de Santiago, como Lo Espejo, San Joaquín, La Pintana, La Granja, Puente Alto, San Ramón, Cerro Navia, Pudahuel, Maipú y otras, el “En Contra” obtuvo más de 60% de los votos. La propia prensa burguesa[1] llama la atención al hecho que, en esas comunas, donde los problemas de “seguridad” y “violencia” son más agudos, la opción “A Favor” no logró grandes votaciones, lo que demuestra que la extrema derecha tuvo mucha dificultad de conectar su discurso de crisis de seguridad con la aprobación de su Constitución.
Además de esos datos, vale destacar que la participación electoral llegó a 84% (2% menos que en el anterior plebiscito). Las justificaciones para no votar triplicaron y los votos nulos y blancos más que doblaron con relación al último plebiscito constitucional, estos últimos llegando a 5% de los votantes.
¿Cómo interpretar los resultados?
Muchos “analistas” burgueses dicen que este proceso termina con dos fracasos y sin ganadores.[2] Nosotros no compartimos esta opinión. Desde el Acuerdo por la Paz del 2019, analizamos que el Proceso Constituyente tenía una doble cara. Por un lado, expresaba una conquista social que permitió que varias de las demandas históricas del movimiento social y obrero pudieran entrar, con mucha dificultad, al proyecto de Constitución aprobado por la fallida Convención Constitucional.[3] Por otro lado, el verdadero objetivo de los partidos burgueses y reformistas que firmaron el Acuerdo por la Paz era utilizar el Proceso Constituyente para canalizar el descontento social hacia las instituciones de la democracia burguesa, hacia una nueva institucionalidad surgida de un nuevo “pacto social”. Así, pretendían cerrar el proceso abierto el 18 de octubre: sacar las masas de las calles, acabar con la violencia revolucionaria e instalar la “paz de los cementerios” de la democracia burguesa, donde los políticos profesionales negocian acuerdos en lujosas salas con aire acondicionado. Este segundo objetivo se cumplió.[4]
Para los dueños de Chile y sus representantes políticos no es verdad que el fracaso de las dos Constituyentes fue una gran derrota. El país sigue hoy, del punto de vista de su estructura jurídica y económica, casi en el mismo lugar que antes del estallido revolucionario. Seguimos con la Constitución del 80, que es totalmente pro-empresarial y las masas ya no están en las calles exigiendo cambios sociales. Por ello, creemos que los Procesos Constituyentes sí cumplieron, en parte, su objetivo: desmovilizar al movimiento de masas y desmoralizar una parte de su vanguardia.
Sin embargo, esto es solo un aspecto del problema porque uno de los objetivos del Proceso Constituyente, principalmente planteado por los partidos que lo defendían, como los socialistas, el Frente Amplio y el Partido Comunista, era crear un nuevo pacto social que diera estabilidad a largo plazo para la dominación burguesa en el país, con más concesiones a las masas (seguridad social pública, derecho al aborto, más derechos sindicales, etc.). Ello para que Chile no volviera a estallar en violentas manifestaciones en los próximos años o décadas. En este aspecto, el Proceso Constituyente también tiene una doble cara. Si bien por un lado logró cerrar, de manera inmediata, el proceso revolucionario, no logró generar un “pacto social” estable y duradero para la burguesía. Los problemas sociales siguen aumentando, como describimos en otra nota, y el gran empresariado no está dispuesto a hacer ninguna concesión al movimiento de masas, como quedó demostrado en los últimos cuatro años.
La derrota de la actual propuesta constitucional, de la derecha, impidió un mayor retroceso en el ámbito de los derechos sociales (aunque los ataques seguirán a través del Parlamento). Pero está por verse si las masas avanzarán en nuevas articulaciones para enfrentar lo que se viene. Solo el tiempo y la lucha de clases demostrarán si ésta relativa derrota de la derecha se transformará en victoria relativa de las masas, provocando consecuencias positivas para la rearticulación del movimiento de masas.
Con el fracaso de los dos Procesos Constituyentes, los partidos reformistas fueron los más afectados. Esto porque tanto el Partido Comunista como el Frente Amplio eran los grandes defensores de un programa que ponía en el centro la necesidad de una “Asamblea Constituyente” para “acabar con el neoliberalismo”. Pues bien, la realidad demostró que ese camino fracasó. En primer lugar, porque la propia propuesta de Constitución de la Convención Constitucional, escrita y defendida por esos partidos y por los independientes de izquierda, no acababa con el neoliberalismo y mantenía intacta la estructura semicolonial de Chile, con la privatización del cobre y la dominación de diez familias sobre el conjunto de la economía. En segundo lugar, porque ni la Convención, ni el gobierno de Boric, ni el último Proceso Constituyente dieron respuestas concretas a los problemas más sentidos por las masas. Así, podemos decir que amplios sectores de masas hicieron la experiencia con el programa del PC/FA y vieron que este programa lleva a un callejón sin salida, es más de lo mismo (lo que no significa que estos partidos están muertos social y/o electoralmente).
La derecha, por otro lado, pensó que había capitalizado el descontento contra Boric y la “izquierda” de la Convención Constitucional anterior. Si bien es verdad que en un primer momento su discurso logró empalmar con amplios sectores de masas, no es verdad que todo el “Rechazo” en el Plebiscito anterior se transformó en apoyo a las propuestas de derecha. Esto queda demostrado de manera evidente con el resultado del actual Plebiscito, donde la Constitución plebiscitada fue escrita totalmente por la derecha.
Los rechazos a las dos propuestas constitucionales demuestran que la crisis del régimen democrático-burgués se mantiene. El descontento social contra las instituciones y partidos políticos sigue presente y los problemas sociales que generaron el estallido siguen vigentes. Para mantenerse en su decadencia, el régimen democrático burgués necesitó “oxigenarse” con dos procesos constituyentes y la incorporación total del Frente Amplio, el Partido Comunista y también de la ultraderecha Republicana al régimen político del país. Ahora el régimen necesitaba incorporar a esos “nuevos” actores para mantener la “gobernabilidad”.
Decir que la crisis del régimen democrático-burgués sigue presente no significa decir que éste morirá por sí solo o está en decadencia terminal. Si no hay alternativa revolucionaria, las cosas se mantendrán como están, con un aumento de la represión para responder al descontento social.
El discurso de Gabriel Boric al conocerse el resultado del plebiscito apuntó el camino que seguirá su gobierno. Llamó a la derecha a hacer nuevos acuerdos transversales, para “solucionar” los problemas de seguridad, pensiones, y llegar a un pacto fiscal. Como ya hemos visto en los últimos dos años, esos acuerdos tienen como principal objetivo mantener la propiedad capitalista de los grandes empresarios, con la continuidad de las AFP, de las ISAPRES, y por otro lado, los salarios de hambre para los trabajadores. Todo ello, mientras aprueban leyes mas represivas como la Ley Anti-Tomas, la Ley de Infraestructura Crítica, los Estados de Excepción en la Araucanía y la Leu Naín Retamal entre otras-
Los herederos del PC: el fetiche de la Asamblea Constituyente
En el ámbito de la izquierda extraparlamentaria y más ligada a los movimientos sociales, se mantiene la idea de que Chile necesita una “verdadera” Asamblea Constituyente para solucionar los problemas del país y que la conquista de ella es una tarea planteada para el momento actual. Esta visión va desde organizaciones estalinistas como el PC(AP)[5] hasta sectores que se dicen trotskistas como el PTR[6], pasando por un largo abanico de organizaciones sociales y “rojinegras”.
Esta comprensión tiene un problema central: idealiza una supuesta “Constituyente libre y soberana” y no entiende que en Chile hubo dos experiencias en los últimos cuatro años que fracasaron en solucionar los problemas de las masas.
Las Asambleas Constituyentes en el capitalismo siempre son organismos de la burguesía, por más “libres” y “soberanas” que sean. Esto porque su forma de elección, basada en el sufragio universal y con enormes campañas financiadas por los grandes empresarios, lleva a que la burguesía tenga un peso muy superior a su peso real en la sociedad, al mismo tiempo en que los representantes de la clase trabajadora siempre son minoría (si es que hay). Las Asambleas Constituyentes no son organismos revolucionarios del pueblo o de la clase trabajadora, son Parlamentos, donde se juntan las distintas clases sociales a negociar un nuevo “pacto social”. Son organismos de colaboración de clases.[7] Y la gran mayoría de las veces, tampoco las ACs tienen el poder en sus manos, ya que se mantienen las demás instituciones en manos de la burguesía (Ejecutivo, Fuerzas Armadas, Justicia, etc.). Si en la época del surgimiento del capitalismo las Asambleas Constituyentes tenían un carácter revolucionario, esto tenía que ver con el rol de la burguesía en ese periodo histórico en su lucha contra las monarquías. Actualmente siempre tienen un carácter muy limitado y como máximo se logran permitir algunas reformas democráticas parciales.
Así, podemos afirmar que ninguna Asamblea Constituyente en Chile, con la burguesía en su interior y mientras controla el resto del aparato estatal, podrá acabar con las AFPs, nacionalizar el cobre, expropiar los latifundios y las grandes empresas pesqueras, etc. Antes de permitir eso, quienes ostentan el poder, darían un nuevo golpe de Estado y cerrarían la Asamblea Constituyente.
Por eso, siempre dijimos que el centro del problema para acabar con la dominación burguesa no es la realización de una Asamblea Constituyente y sí la toma del poder por la clase trabajadora, a través de sus organismos de masas y con autodefensa obrera y popular. La consigna de “AC” es una demanda democrática que tiene importancia en la realidad en la medida en que las masas identifican la necesidad de cambiar la Constitución para solucionar sus problemas, aunque esto sea imposible de ser realizado a fondo. Por eso, los revolucionarios acompañamos a las masas en su experiencia para demostrarles que ninguna Constituyente burguesa solucionará sus problemas. En el caso de Chile, debido a la permanencia de la Constitución de Pinochet-Lagos, la tarea de cambiar la Constitución de manera democrática seguía y seguirá siendo una tarea pendiente. Por ello, la consigna de Asamblea Constituyente libre y soberana debe seguir en el programa de las organizaciones de masas. Sin embargo, no podemos ignorar que en los últimos tres años se realizaron dos experiencias (con más o menos democracia) y que las masas ya no tienen las mismas expectativas de que una tercera solucionará sus problemas. La consigna de “Asamblea Constituyente” como catalizadora del movimiento de masas, a lo menos por un periodo, perdió su fuerza vital. No entender esto es no entender que el fracaso de las Constituyentes fue la demostración más ejemplar del fracaso del programa del PC y del Frente Amplio. Esta es una lección fundamental que debemos sacar los que nos decimos revolucionarios. De lo contrario, seguiremos alimentando ilusiones de que una “verdadera asamblea constituyente” podrá solucionar las demandas populares, cuando en el mundo real las masas ya experimentaron dos constituyentes con direcciones distintas (ambas burguesas). Por eso decimos que las organizaciones que hoy siguen lo siguen planteando como una demanda central de los movimientos sociales y del movimiento obrero nada más hacen que mantener la herencia del Partido Comunista y del Frente Amplio, pero ahora totalmente desconectadas del sentimiento de las masas.
Los revolucionarios debemos explicar a las masas, con mucha paciencia, que la única forma de solucionar los problemas de Chile (y del mundo) es con una revolución que barra con toda la democracia burguesa y ponga el poder en las manos de la clase trabajadora, organizada en sus propios organismos de poder (consejos, asambleas populares, sindicatos, etc.). Solo con un poder de la clase trabajadora se podrá realizar una Asamblea Constituyente que realmente de respuesta a las demandas sociales.
Las tareas actuales
Por último, invitamos a todos a revisar la última nota que publicamos sobre el momento actual. En ella desarrollamos de manera más sistematizada lo que creemos que son los desafíos y tareas del momento.
Los que nos decimos revolucionarios y revolucionarias debemos saber explicar a cada trabajador y trabajadora porqué, después de enormes luchas y movilizaciones, no hemos logrado ningún cambio de fondo. Debemos saber explicar por qué ninguno de los Procesos Constituyentes pudo solucionar los problemas de nuestra clase y porqué en esta democracia será imposible hacerlo.
Es necesario que nos reconectemos con las luchas de la clase trabajadora, de la juventud, de los pobladores, por sus demandas inmediatas e históricas, elaborando un pliego de demandas a nivel nacional y exigiendo a las direcciones de las organizaciones sindicales y sociales (CUT, ANEF, CTC, CONFECH, etc), que movilicen a sus bases por esas demandas, de manera independiente del gobierno de Gabriel Boric, que solo busca cooptar a las dirigencias sociales y sindicales, vaciándolas de representatividad y democracia directa, abriendo el camino a la despolitización, a la apatía y al individualismo.
Por último y no menos importante, es fundamental que construyamos un partido revolucionario que pueda conducir un próximo estallido social, una herramienta política, que permita que los trabajadores tomen el poder en sus manos y cambien de raíz la estructura económica y social de Chile, nacionalizando el cobre y el litio bajo control obrero, expropiando el latifundio y las grandes empresas forestales, devolviendo las tierras históricas al pueblo mapuche, y realizando un programa para garantizar el pleno empleo y condiciones dignas de vida al pueblo trabajador, haciendo que la crisis económica en curso la paguen los capitalistas. La construcción de ese partido revolucionario debe darse participando en cada lucha estudiantil, obrera y social. A esta reflexión queremos invitar a los activistas que hoy están solos o decepcionados con las derrotas que hemos sufrido en los últimos años.
[1] Ver: https://digital.elmercurio.com/2023/12/18/C/4I4CCCHB#zoom=page-width
[2] Ver las columnas de Fernando Átria (Frente Amplio), Cristián Warnken (Amarillos) y Paz Anastasiadis en la edición de El Mercurio de hoy, 18/12/23.
[3] A pesar de haber votado Apruebo en el proyecto anterior de Nueva Constitución, siempre fuimos claros en decir que la Nueva Constitución era, de conjunto, burguesa y no solucionaría los problemas del país, a pesar de las conquistas jurídicas que el movimiento social había logrado plasmar en el proyecto.
[4] El rol de los partidos reformistas y de los independientes de izquierda en la Convención Constitucional fue fundamental para permitir el desvío de las movilizaciones sociales hacia la institucionalidad burguesa, como desarrollamos en otros textos. Ver: https://www.vozdelostrabajadores.cl/a-3-anos-del-18-de-octubre-donde-estamos-como-seguimos
[5] Ver la posición de su principal figura pública: https://twitter.com/artes_oficial/status/1736448839068893478
[6] En una nota de polémica con nosotros, el PTR plantea que las luchas sociales contra las AFPs, por la educación pública, etc., deben estar orientadas a la conquista de una “autentica” Asamblea Constituyente que surja de la caída revolucionaria del régimen democrático burgués. Esa Asamblea Constituyente sería un primer paso en la lucha por un gobierno de la clase trabajadora. Ver https://www.laizquierdadiario.cl/El-MIT-desde-el-Apruebo-hasta-el-En-Contra
[7] Ver Trotsky, Problemas de la revolución italiana https://www.marxists.org/espanol//trotsky/ceip/permanente/p5.problemasdelarevolucionitaliana.htm