Por Paz Ibarra
Hace poco se supo de la violación y femicidio de Damaris, de 19 años, trabajadora de un supermercado, en Nueva Imperial. En la cabeza de miles de mujeres seguramente queda la idea de que el peligro de morir a manos de un hombre es mucho mayor que el riesgo en un portonazo. Surge odio, y la necesidad de inculcar desconfianza en cada niña, de funar no sólo al agresor sino a cuanto hombre parezca una amenaza, porque el sentimiento que crece es de indefensión ante una sociedad que sólo mira.
Los femicidios no son delitos comunes. Hay muchos estudios, y propuestas para prevenirlos: desde las universidades, los gobiernos, ONU Mujeres. Ninguno de ellos funciona, porque a pesar de las recomendaciones, la cantidad de mujeres asesinadas (cis o transgénero y lesbianas) no disminuye, sino que aumenta. Más aún en pandemia. El gobierno Piñera gastó millones en la difusión de la campaña “Mascarilla 19”, clave para pedir ayuda en las farmacias ante una situación de violencia, pero fue mal implementada: pocos trabajadores de las farmacias conocían esa clave o sabían qué hacer frente a ella, y los números telefónicos para recibir denuncias en cuarentena no dieron abasto.
Organizaciones feministas hablan sobre “perspectiva de género” poniendo el énfasis en el cambio cultural para superar la discriminación, los abusos y los crímenes hacia las mujeres. Pero no es posible un cambio de cultura tal para erradicar el machismo, sin echar abajo todo lo que sustenta esa cultura: la iglesia, la publicidad, los roles en la familia, las leyes que permiten la discriminación por género.
Los grupos separatistas van más allá y sostienen que todo hombre es un potencial agresor, por la influencia del patriarcado. Se debe marginar a los hombres porque son machistas. Y hay que revertir roles. “Manolo, lava los platos solo”, para que las mujeres se organicen y discutan sobre sus problemas. Eso no es suficiente. Porque en miles de hogares de mujeres solas, el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos no puede ser relevado ni compartido, y a lo más puede ser asumido por otras mujeres. Con esa solución separatista sólo se mantiene en la esfera individual una tarea que debería ser colectiva, organizada por el Estado, con financiamiento proveniente de las empresas.
Diferentes corrientes feministas afirman que para acabar con el machismo hay que oponer la fuerza femenina. Pero ni una mujer en la presidencia de la República ni la creación del ministerio de Mujer y Equidad de Género han detenido los femicidios y violaciones.
El machismo mata. Por eso no puede combatirse en serio sólo apelando al cambio cultural. La funa al machismo ha logrado denunciar abiertamente los casos cuando permanecen ocultos, pero lamentablemente no detiene la violencia contra la mujer. La paridad de género no ataca el machismo, sólo asegura la ubicación de mujeres burguesas en puestos de poder, y esas mujeres se esfuerzan por asegurar los privilegios de su propia clase (empresarial o burguesía), no de su género. Así lo han hecho mujeres de la UDI, RN, DC, PS o Evópoli. Entonces, ¿por qué insistir en que el separatismo o la perspectiva de género cambia la realidad de las mujeres trabajadoras y pobres?
Los crímenes contra las mujeres expresan la podredumbre de la sociedad capitalista a nivel global; al igual que el trabajo infantil, la explotación sexual de niños, adolescentes y mujeres, la trata de personas. Revela el sentido de propiedad sobre el cuerpo y la vida de quien se considera débil o inferior, a nivel individual, tal como un puñado de miles de individuos ejercen la propiedad sobre los cuerpos y las vidas de millones a nivel global.
Espacios separados de contención, sí; lucha por separado no
La violencia contra las mujeres convoca en primer lugar a la solidaridad entre mujeres. Es necesario y sano garantizar espacios de contención sólo para mujeres. Pero en el combate al machismo, que mata mujeres de la clase trabajadora, debemos estar todos. Con las mujeres a la cabeza de esa lucha. En nuestras organizaciones hay que emplazar a los hombres a tomar acción contra su propio machismo, no excluirlos de antemano.
Es evidente que la unión hace la fuerza. Especialmente en la lucha contra el capitalismo por la conquista de una mejor vida. Si la clase trabajadora ya está fragmentada en miles de sindicatos mientras los empresarios (hombres y mujeres) se unen en fuertes organizaciones gremiales (SOFOFA, CPC, Cámara de la Construcción); ¿de qué serviría la separación de trabajadoras y trabajadores en sindicatos distintos? ¿o la organización en asambleas territoriales de pobladoras aparte de los pobladores?
Para enfrentar la cuarentena y la cesantía, pobladoras y pobladores se unieron en brigadas de sanitización y en ollas comunes; ayudando a fortalecer el tejido social y la identidad de nuestra clase. Desde el estallido de esta revolución, miles de hombres y mujeres se organizaron en brigadas de salud y de Primera Línea, luchando codo a codo contra la represión. ¿Por qué tendría que ser diferente el próximo 8 de marzo?
Por un 8M Clasista
Las mujeres trabajadoras y pobladoras deben sumar a los hombres para educarlos en la lucha contra el machismo y dirigir esa lucha contra la base del machismo que no es el patriarcado sino el capitalismo, que se aprovecha de todas las diferencias para crear desigualdades y opresiones, y mantenernos divididos a causa de esas desigualdades.
En las organizaciones territoriales y sindicales debe discutirse la protección a las mujeres en sus lugares de trabajo y en barrios, la formación de brigadas de apoyo y de autodefensa para realmente disminuir la ocurrencia de femicidios y violaciones contra mujeres trabajadoras y pobres. Sistemas de alerta barriales, en que toda la población se movilice contra los acosadores, y no sólo las mujeres. La vida y la integridad de las mujeres trabajadoras debe convocar la organización y fuerza de toda la clase trabajadora, al igual que la defensa de la vida de la niñez y adolescencia popular, la lucha por el derecho al aborto, la defensa del trabajo. Las vidas de las y los trabajadores deben importar en primer lugar a toda la clase. Los femicidios afectan casi en un 100% a mujeres pobres. La distribución de los casos de violencia física sigue prácticamente el mismo mapa que la pobreza. En las tres comunas más ricas del país no se reportan casos, a pesar de que pueda haber subnotificación, lo que demuestra que a mayores niveles de escolaridad y mejores trabajos, los niveles de tensión que originan la violencia física contra las mujeres se reducen casi a cero.
El 8M es un día de lucha a partir de la explotación de las mujeres, desde las huelgas femeninas hasta la masacre de 120 trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York por parte de la represión policial. La solidaridad de mujeres revolucionarias impulsó el reconocimiento internacional del 8M como el día de la mujer trabajadora, sumando las experiencias de las huelgas de las trabajadoras rusas en la revolución de febrero de 1917 y la horrible muerte de más de 1oo trabajadoras (la mayoría jóvenes inmigrantes) y una veintena de hombres en el incendio de una fábrica de camisas en Nueva York. No fue sino hasta la década de los ´70 en que la ONU arrebata el contenido de lucha clasista y establece el Día Internacional de la Mujer, a secas, imponiendo un falso velo de igualdad entre todas las mujeres del mundo. De los miles de mujeres que mueren cada año a causa de la violencia machista, la mayoría son trabajadoras, pobres, inmigrantes, negras, lesbianas o transgénero.
Un artículo de NatGeo de 2018, “La dolorosa historia detrás del Día Internacional de la Mujer”, señalaba que según el Foro Económico Mundial (fundación sin fines de lucro que reúne a líderes y lideresas empresariales, políticos e intelectuales) aún faltan 170 años para cerrar completamente las brechas de género a nivel mundial…
ESOS SON LOS PLAZOS DEL CAPITALISMO. ¿Cuántos femicidios más ocurrirán?
No vamos a cambiar comportamientos arraigados en la cultura que nos domina, a menos que usemos la unidad de la clase trabajadora y la fuerza de la revolución para hacer caer las instituciones que la sostienen y la maquillan: el estado burgués, el parlamento, la iglesia, las FF.AA.
Al capitalismo y su Estado burgués, que sin ninguna duda se benefician del machismo y la violencia contra las mujeres, no vamos a combatirlos con asambleas separatistas ni lenguaje inclusivo. Debemos encararlo con una lucha decidida, revolucionaria, basada en la unidad de los explotados y oprimidos, y no en la unidad de género. El machismo que cercena a nuestra clase, debe ser combatido con una fuerte organización de trabajadoras y trabajadores levantando un programa revolucionario.
Las mujeres revolucionarias estamos llamadas a impulsar esa lucha, de forma implacable frente a nuestros propios compañeros de clase para que nuestra unidad sea de acero. Ninguna tolerancia a comportamientos machistas de ningún tipo porque eso debilita la confianza. Para erradicarlos debemos educar en cómo queremos ser consideradas, nadie puede enseñar eso por nosotras.
Las trabajadoras, trabajadores y la juventud estamos convocados a cambiar las cosas por la raíz. ¡Abajo el machismo y el capitalismo! ¡Por una sociedad socialista libre de todas las opresiones y de la explotación!