PAZ IBARRA

A diario soportamos pésimas condiciones de vida. Horas gastadas arriba de las micros, en las filas de los bancos para pagar deudas, en las filas de consultorios y hospitales. Nuestras casas tienen mala aislación, las escuelas de nuestros hijos se llueven. Para nosotros, nada funciona. Trabajamos en condiciones esclavizantes. Dobles jornadas, subcontrato, bajos sueldos, y la constante amenaza del despido. Los gobiernos aseguran que se legislará para emparejar la cancha. Que debemos confiar en ellos.

¿Es posible que eso mejore alguna vez?

En el actual sistema capitalista, no.

Según pasan los años, las condiciones laborales empeoran. Cada reforma votada en el parlamento, quita derechos que con décadas de luchas ganaron nuestros abuelos y bisabuelos. El derecho a la silla, conquistado en 1914, es hoy un lujo que muchas vendedoras no tienen. El descanso dominical y el receso para almuerzo de una hora y media, conquistados ese mismo año, hoy no existen.

Los trabajadores mayores de 40 años tienen más derechos que sus propios hijos que deben trabajar para estudiar, porque el nuevo Estatuto Joven establece un régimen sin vacaciones, indemnización por años de servicio, licencia por embarazo ni sala cuna.

Los sindicatos cada vez más débiles, logran ínfimos reajustes o bonos de término de conflicto, que son pan para hoy y hambre para mañana, porque en cada negociación colectiva se pelea por derechos mínimos, en vez de incorporar demandas comunes a la clase trabajadora, como el derecho a vivienda, salud y educación.

La ley de Subcontrato, de 2006 (primer periodo de Bachelet), abre la puerta de la precarización e inestabilidad laboral, ya que todas las empresas, incluido el propio Estado, pueden tercerizar cualquier función o área de sus procesos. Sirve a la patronal para mantener los bajos salarios y los derechos laborales al mínimo. Divide a trabajadores contratados y subcontratados incluso cumpliendo las mismas funciones dentro de una misma empresa. Un ejemplo fue la huelga del SIL (Sindicato Interempresa Líder) que representa a una parte de los trabajadores de Walmart. La legislación laboral permite que ése mismo patrón; que es una empresa transnacional; explote de manera diferente a sus trabajadores, enfrentándolos, apartándolos en distintos sindicatos y negociando de forma separada, aun trabajando en el mismo lugar físico.

Todo a favor de los empresarios

Para asegurar mayores ganancias, los capitalistas minimizan costos. Esa regla es básica. Para lograrlo, necesitan una cantidad de cesantes desesperados, dispuestos a trabajar en peores condiciones. Ése es el ejército industrial de reserva que los economistas neoliberales llaman “tasa natural de desempleo”; como si estar cesante y sin sueldo para vivir fuese algo natural. Cuando el índice de desempleo se mantiene en un dígito; como el actual 7,1% en Chile; se dice que la situación es estable y no hay que preocuparse porque la macroeconomía está robusta. Y claro que tiene que estarlo; si todos los años vemos que las ganancias de las grandes empresas son millonarias, y que además vía reforma tributaria, gobierno y parlamento se encargan de disminuir los impuestos a las grandes fortunas con el pretexto de que así se “incentiva” la inversión en nuestro país, que necesita de ese empuje para llegar al desarrollo. Detrás de ese discurso, resulta indignante la realidad de las calles donde aumenta a diario la cantidad de vendedores ambulantes, los que no reflejan otra cosa que los cientos de miles de trabajadores que no pueden sostener a sus familias. Cuando los gobiernos dan subsidios para paliar la pobreza en que caen esas familias, el Estado subsidia al mismo tiempo las ganancias de las empresas; porque con platas fiscales se entregan bonos de miseria para ayudar a sobrevivir a las familias de los trabajadores que los empresarios despiden para aumentar sus jugosas ganancias. Así se mantiene al ejército industrial de reserva (de la industria, pero también del sector servicios y comercio), que sólo en Santiago llega a más de 280 mil personas. Así, el sueldo mínimo se mantiene a raya mientras se disparan las ganancias de los negocios: en la industria, minería, construcción, transporte, comercio y los bancos. El gran ejército industrial de reserva lo forman los trabajadores despedidos, los más jóvenes que no encuentran trabajo, los viejos sin jubilación, las dueñas de casa y también los inmigrantes sin papeles. Y las estadísticas disfrazan el dato. Usted no califica como cesante si trabaja dos horas a la semana o si está buscando pega. Los subempleados; es decir quienes tienen trabajo sólo por horas y ganan por debajo del sueldo mínimo; los trabajadores por cuenta propia y hasta vendedores ambulantes, son parte del motor de la macroeconomía.

¿Cómo salimos de este agujero?

La huella dejada por generaciones de trabajadores marca el camino: unidad férrea en una ofensiva anticapitalista y revolucionaria.

Recuperemos los sindicatos para nuestras luchas. No más acuerdos entre gallos y medianoche como ocurrió con la huelga del Líder y de los profesores. Solidaridad y unidad de nuestras demandas en un solo plan de lucha de las y los trabajadores. Contratados y subcontratados. De planta y a honorarios. Chilenos e inmigrantes.

  • Jornada laboral de 40 horas sin reducción de sueldo, sin despidos ni cierre de empresas
  • Automatización al servicio de los trabajadores, no para despedirlos
  • Congelamiento de precios de los servicios básicos
  • Por un código laboral hecho por los trabajadores

NINGUNA CONFIANZA EN EL PARLAMENTO Y SUS PROPUESTAS

¡A ORGANIZAR UNA GRAN HUELGA NACIONAL POR NUESTRAS DEMANDAS!

¡NO MÁS EMPRESARIOS NI CORRUPTOS EN EL GOBIERNO!

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