Hace mucho que Piñera debería estar en la cárcel y el Congreso debería haber entregado el poder a la Constituyente. Sin embargo, el Acuerdo por la Paz salvó al gobierno de Piñera y mantuvo los partidos tradicionales en el poder. Todo el aparato estatal que gobernó los últimos 30 años sigue igual. Los Tribunales siguen existiendo y condenando a los jóvenes y mapuche con cárcel. El Tribunal Constitucional sigue funcionando como un poder extraordinario… y si las instituciones “democráticas” no logran contener el descontento popular, aparecen las FFAA y Carabineros. “Por la razón o por la fuerza”, dicen ellos.
Todo ese aparato estatal está al servicio de una ínfima minoría, los multimillonarios nacionales y extranjeros. Ellos controlan todo. Controlan los principales partidos políticos y el Parlamento, controlan los jueces, controlan las instituciones de Fiscalización, controlan el Servicio de Impuestos Internos para evadir sus multas, controlan la oficialidad de Carabineros y de las FFAA y a través de ella toda la tropa para reprimir el pueblo. Hace pocas semanas vimos como nuevamente uno de los mayores corruptos de este país, Carlos Délano, del grupo Penta, fue beneficiado con un fallo a favor de su proyecto Minera Dominga, un proyecto altamente cuestionado por su impacto ambiental.
Así, queda más que evidente que el Estado chileno no es neutral. No es un cascarón dónde cualquiera pueda entrar y cambiar su rumbo. No, está hecho a medida para defender los intereses de la oligarquía financiera dueña del país. Y fue perfeccionado en los últimos 50 años justamente para ello. Es fundamental partir de esa comprensión para entender que los cambios más importantes no van a venir a través de ese aparato estatal y que la clase trabajadora va a tener que destruirlo completamente y reemplazarlo por otras instituciones para que exista un Estado al servicio del pueblo trabajador. Partiendo de esa definición más general, queremos discutir las próximas elecciones.
Elecciones y Convención
En los próximos meses se realizarán las próximas elecciones para presidente y el Congreso. Esas elecciones van a ocurrir mientras la Convención Constitucional discute cambiar toda la institucionalidad. Como ya dijimos anteriormente, lo más correcto y democrático sería que la Convención actual asumiera el poder mientras se discute la nueva institucionalidad, ya que la que existe está totalmente cuestionada por el pueblo. Pero eso no será así. Primero, porque los partidos que dirigen la Convención no quieren ese camino. Segundo, porque el pueblo tampoco está convencido de ello todavía. Muchos siguen creyendo que la tarea de la Convención debe limitarse a escribir la próxima Constitución y que el Ejecutivo y el Congreso deben seguir gobernando. Pues bien, justamente con los que piensan así es que queremos dialogar.
Las próximas elecciones para el Congreso serán tan antidemocráticas como siempre han sido. Veremos los mismos partidos con sus enormes aparatos de propaganda. Sus campañas serán financiadas por grandes empresarios o recibirán grandes aportes del Estado. Algunos van a ocupar mucho más espacio en la televisión que otros. Y peor… los independientes no tendrán derecho a formar listas, lo que prácticamente imposibilita que ellos entren al nuevo Congreso, a no ser que tengan votaciones que permitan superar listas enteras de las coaliciones políticas. Así, podemos esperar que el próximo Congreso será una representación totalmente deformada de la voluntad popular, con un peso todavía muy grande de los partidos rechazados por la mayoría de la población.
Y aunque en el próximo Parlamento haya una supuesta mayoría de la “izquierda”, la política de esos partidos (PS/FA/PC) no será enfrentarse a la derecha y a los grandes empresarios. La política será dialogar e intentar hacer cambios graduales, para “no asustar a los inversionistas”. Y si intentan hacer cambios bruscos, la derecha atacará por las otras instituciones y por su enorme poder económico, desestabilizando la economía. En el límite, ellos tienen el poder de la oficialidad de las Fuerzas Armadas, para contener reformas más profundas, como pasó en 1973.
Así, mientras la Convención estará discutiendo cambiar toda la institucionalidad, tendremos las mismas instituciones de antes gobernando y jugando en contra de los cambios. Esto significa que no debemos ir a votar en las parlamentarias? No. Debemos evaluar cuáles son las candidaturas que más se acercan a un programa de transformación radical, sin embargo, no podemos tener expectativas en el futuro Congreso.
Las presidenciales
Además de las elecciones parlamentarias, se realizarán las elecciones presidenciales. En primer lugar, no debemos tener ninguna ilusión en candidaturas de los partidos que gobernaron los últimos 30 años y representan al gran empresariado, como Sichel o Yasna Provoste. Ellos son los verdaderos responsables por el estallido social, por mantener el país rehén de las 10 familias más ricas del país y las transnacionales.
Por fuera de los partidos tradicionales surgen figuras “populistas”, como Franco Parisi (y anteriormente Gino Lorenzini). Franco Parisi genera alguna simpatía entre los trabajadores debido a sus promesas de crear una especie de capitalismo popular, dónde todos puedan ganar, empresarios y trabajadores. Esas promesas son totalmente falsas. No es posible alcanzar un capitalismo popular cuando 10 familias y algunas transnacionales son dueñas de todo el país.
A la izquierda aparece Boric, como uno de las candidaturas que supuestamente representaría las demandas del pueblo. Su candidatura tiene una gran contradicción. Si intenta llevar a fondo su programa (acabar con las AFPs, reducir la jornada laboral, aumentar los impuestos a los ricos, etc.) eso inevitablemente lo llevará a chocar con el gran empresariado. Sin embargo, hasta ahora Boric ha planteado que es posible solucionar las demandas del pueblo sin romper las relaciones con el gran empresariado, proponiendo construir una “Concertación 2.0” para “garantizar la gobernabilidad”. Ese proyecto fue el que llevó a Bachelet a terminar rehén de la derecha y las familias más ricas del país. Si no rompe con esa contradicción, se va a chocar con el pueblo, pero con un pueblo mucho más consciente y sin paciencia de escuchar falsas promesas. Boric y el Frente Amplio tendrán que elegir su camino: al lado del pueblo o al lado de la gran burguesía.
Por otro lado, el fracaso de una candidatura de la Lista del Pueblo genera decepción entre un amplio sector de la clase trabajadora que tenía expectativas en ese conglomerado. La trayectoria de la Lista del Pueblo termina de forma trágica, pero no sorprendente, con una “candidatura” que no representaba nada en el movimiento social y surgió con base en un enorme fraude en la recolección de firmas. Como ya discutimos en otros texto publicados en nuestra paginaweb, la crisis de la Lista del Pueblo es la crisis de un proyecto electoral que no pudo presentar un programa claro de transformaciones al país que se apoyara en la organización de la clase trabajadora por abajo.
Por último, la candidatura de Eduardo Artés, de la Unión Patriótica, también despierta algún interés en sectores de la juventud, debido a la falta de alternativas electorales. Eduardo Artés representa el viejo estalinismo, proyecto que llevó al fracaso las revoluciones socialistas en la ex Unión Soviética y en todo el mundo. Uno de los principales referentes de Artés y la UPA hoy es la dictadura de Corea del Norte. ¿Qué tanto podemos esperar de una candidatura que tiene como su principal referente una monarquía familiar que mantiene a su pueblo aplastado en la pobreza y sin derechos democráticos?
En ese sentido, creemos que cualquier candidatura que quiera presentar una propuesta transformadora para el país, debería partir por los siguientes puntos:
1 – Que ese candidato/a se comprometa a dar todo el poder a la Constituyente para que esta tome las medidas inmediatas que el pueblo exige: aumento general de sueldos, fin a las AFPs, recuperación de las empresas privatizadas por la dictadura, devolución de las tierras al pueblo mapuche, libertad a los presos políticos, etc. Esto solo será posible con una amplia movilización popular y la retomada de la organización obrera y popular en las empresas y territorios.
2 – Que se apoye en la movilización popular para iniciar un inmediato proceso de juicio y castigo contra Piñera y todos los responsables de los asesinatos y represión al pueblo;
3 – Que inicie de inmediato la revisión de todos los Tratados de Libre Comercio para recuperar la soberanía nacional;
4 – Que rechace todas las dictaduras que existen hoy en el mundo, incluso las dichas socialistas (que nada más son que dictaduras capitalistas vestidas de rojo), como Venezuela, Nicaragua, Cuba o Corea del Norte.
Estos serían los primeros pasos para conquistar una verdadera soberanía nacional y empezar a solucionar los problemas de la clase trabajadora y el pueblo.