Estamos viendo cómo en el mundo está colapsando en varios sentidos: crisis climática, de alimentación, concentración de la riqueza en pocas manos, corrupción, etc. Recientes estudios que dicen que el 1% más rico del mundo tiene más del doble de la riqueza que acumula el resto (según Oxfam). Esta realidad trae pocas expectativas a la juventud y rabia en las masas trabajadoras.

Los gobiernos, los capitalistas, dicen que estos son problemas aislados, que con una o tal reforma se puede superar. Pero la situación real muestra que estamos ante un sistema que de conjunto está putrefacto.

Por eso no es raro ver ebullir a Argelia, Catalunya, Egipto, Francia, Georgia, Guinea, Hong Kong, Irak, Irán, Líbano, Reino Unido. Ecuador encendió la mecha en Sudamérica, le siguió Chile y luego Colombia. También hubo movilizaciones contra el fraude electoral de Evo Morales en Bolivia, sin embargo la derecha canalizó el proceso e impuso un golpe de Estado que el pueblo boliviano sigue resistiendo.

Un impuesto a Whatsapp puso en ebullición a los libaneses, en Chile fue la subida del pasaje de metro, en Francia e Irán del combustible, una ley de extradición en Hong Kong, en Argelia el empeño de un presidente decrépito por un quinto mandato, una sentencia judicial en Catalunya, etc. Pero cada una de estas medidas fueron solo la gota que rebalsó el vaso. En Chile luego de frenar el aumento de pasajes dijimos: no son 30 pesos, son 30 años. En el Líbano desde frenar el alza en el whatsapp las calles gritaban “El pueblo quiere la caída del régimen”.

Esta bronca de las masas contra tantos años de ajustes y permanentes ataques a su nivel de vida se combina con la constatación de que los gobiernos y regímenes políticos son responsables de esa realidad. Y lo observamos tanto en gobiernos de supuesta “izquierda” (China, Venezuela, Nicaragua) como de derecha (en caso de Chile y Colombia). Esa división entre derecha y falsa izquierda no sirve, porque todos los de arriba defienden al empresariado, a la burguesía, y aplican planes para atacar a los trabajadores. No podemos seguir siendo gobernados por los de arriba, por los empresarios, sabemos que el capitalismo, aunque se disfrace de un discurso de izquierda, no nos sirve.

¿Cómo se organiza la burguesía para resistir?

En los distintos gobiernos, la burguesía trata de tener planes para calmar las revoluciones e impedir que destruyan todo el régimen, por eso muchas veces dan los anillos para no perder los dedos y fortalecen la represión.

Todas estas políticas ellos las discuten a través de organizaciones o asesorías de órganos imperialistas. El Fondo Monetario Internacional es uno de ellos. En Chile, los empresarios tienen partidos y organizaciones: la SOFOFA (Sociedad de fomento fabril); la CPC (Confederación de Producción y Comercio) ; partidos como la UDI, RN, PS, PPD, etc.

Si bien los partidos pueden tener roces y diferencias, más aún en procesos revolucionarios, hay algo que los unifica: mantener a los empresarios en el poder y al sistema capitalista, todo resguardado por sus instituciones.

¿ Y los reformistas?

Los sectores medios, también tienen sus partidos, buscan humanizar el capitalismo. No hablan de clase trabajadora y empresarios, menos de que exista una lucha entre las clases, hablan de “ciudadanos”. Estos partidos, al no proponerse echar a los de arriba y acabar con el capitalismo, solo terminan reoxigenando el régimen, llamándonos a creer que si votamos por ellos podemos tener cambios.

Así ocurre con el partido Podemos en España, o con Syriza en Grecia que cuando fueron gobierno aplicó los mismos planes de austeridad contra los que se posicionaban en su campaña. En Ecuador, la organización indígena CONAIE fue la que llamó a bajar las movilizaciones cuando el gobierno frenó el alza a los precios de combustibles, pero ya la mayoría del pueblo ecuatoriano gritaba Fuera Lenin Moreno.

En Chile, esos partidos son el PC o el FA, que se dicen estar al lado de la revolución, pero como vimos, la traicionan, votando leyes represivas y luego pidiendo perdón, abandonando la lucha a fondo por el Fuera Piñera. Hoy estos partidos están más preocupados de legalizarse que de ver cómo profundizar esta revolución para triunfar.

La crisis de la humanidad es la crisis de dirección revolucionaria

Cuando se entra en una revolución, como en el caso de Chile, sabemos todo lo que no queremos: no más abusos, no más saqueo, no más AFP, no más Piñera. Queremos echar abajo todo eso. Pero aún no se sabe qué tipo de sociedad necesitamos y cómo alcanzarla, y la verdad es que la única forma de garantizar todas nuestras exigencias y una sociedad al beneficio de las mayorías, es si sacamos a los empresarios del poder y las y los trabajadores gobiernan con sus métodos de democracia obrera para acabar con el capitalismo.

Hoy, ninguna organización dice eso, al contrario: nos llaman a creer que el proceso de nueva constitución podría ser pacífico y en conciliación con los empresarios, pero no es así. Entonces esta revolución chilena puede acabar desviada o incluso derrotada si la burguesía se da la política de un golpe de Estado. En las revoluciones las cosas no están dadas de antemano, un proceso revolucionario puede terminar con el solo derrumbe de un gobierno o de un régimen manteniendo intacta la forma de dominación capitalista. De ahí viene la necesidad de una dirección revolucionaria para disputar las conciencias y los rumbos del proceso.

Han habido múltiples revoluciones que terminan abortadas por la falta de dirección revolucionaria: En los 1900 estallan revoluciones en Alemania, Hungría, las dos primeras revoluciones chinas y la revolución española. En todas ellas, a excepción de España, surgieron organismos de doble poder y actuaron partidos revolucionarios internacionalistas y hubo encuentros armados entre los partidos de la burguesía y del proletariado. A pesar de que eso indicaba la madurez de las condiciones objetivas para la toma revolucionaria del poder por las y los trabajadores, estas revoluciones abortaron. Una razón es que en esos países los revolucionarios eran muy débiles. Pero la razón principal recae en los partidos reformistas en Alemania y Hungría y el estalinismo en China, que conscientemente se negaron a profundizar los procesos, negándose a hacer la revolución socialista. Un caso más reciente es la revolución de Egipto, que por carencia de dirección revolucionaria -entre otras cosas- la revuelta que logró derrocar a Mubarak a largo plazo fracasó porque no estaban preparados para lo que venía después.

Es por eso que la frase de Trotsky sigue muy vigente: “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria”. Si la revolución chilena no avanzara en cambiarlo todo, se podría deber a múltiples factores, pero uno de los claves, sería la falta de una dirección revolucionaria.

¿Qué tipo de organización o partido necesitamos?

Ya vimos que los empresarios tienen sus partidos, también están los partidos de los reformistas. Las y los trabajadores necesitamos una organización revolucionaria para hacerles frente, una organización cuyo objetivo no sea simplemente disputar puestos en el parlamento, sino que sea ver cómo podemos caminar a profundizar esta revolución para que realmente tengamos una sociedad en beneficio de las grandes mayorías. Una organización que si alguna vez llega a ir a elecciones de parlamentarios u otros, lo hará con el único objetivo de usar ese espacio como una tribuna para denunciar a esas mismas instituciones y sus reglas en beneficio de los de arriba.

El futuro de la humanidad depende de la superación de la crisis de la dirección revolucionaria a escala internacional, esto es, que podamos abandonar toda pasividad y construir alternativas influyentes, no para sustituir la acción de las masas trabajadoras sino para convencerlas de no detener el proceso revolucionario con las ilusiones producidas por conquistas parciales. Una alternativa revolucionaria con capacidad de disputar y vencer a aquellas que intentan detener la revolución con promesas, reformas y señuelos de todo tipo.

Para esta gran tarea, la organización revolucionaria debe contar con autofinanciamiento, el hecho de ser financiada por sus mismos miembros y no por empresas o entidades gubernamentales le otorga la independencia política para combatir al empresariado. Debe ser una organización que de las más amplias discusiones a la interna, pero a la hora de resolver algo, salga centralizada como una sola fuerza. Una organización que se construye para llevar a cabo la lucha armada por la toma del poder, sólo puede cumplir tal objetivo con disciplina.

Por una organización revolucionaria en todo el mundo. ¡Construyamos el MIT!

Desde el MIT y la LIT-CI queremos construir estas organizaciones en Chile y en todo el mundo, hoy en Chile, desde esta revolución debe surgir esa dirección revolucionaria que será superior a lo que es hoy en MIT, pero que debe ser clara en los elementos programáticos que defienda: la necesidad como primera tarea de derrocar a Piñera, luego a todos los de arriba para acabar con las AFPs, para recuperar lo que por décadas nos han saqueado las 10 familias más ricas de este país mediante la expropiación de todo su patrimonio, por una Asamblea Constituyente libre y soberana, sin Piñera. Para esto debemos avanzar en profundizar esta revolución, que el movimiento obrero se sume con un gran paro nacional, que avancemos en la autoorganización mediante el desarrollo de las Asambleas territoriales y otras instancias, etc. También debemos disputar a un sector de base de las fuerzas represivas para que se sumen a esta revolución. Y así ir gestando el camino para que las y los trabajadores se tomen el poder con una democracia obrera y no la democracia actual de los ricos que no es otra cosa que la dictadura del capital.

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