Por David Rodríguez Rojas, Militante Secundario MIT

Para entender todo lo que pasa con las barras de fútbol hoy en día debemos remontarnos en la historia de este hermoso deporte, remontándonos a la década del veinte en adelante donde se provocan grandes cambios sociales dentro del deporte nacional y su hinchada.

En la década del veinte, el fútbol se convierte en un fenómeno social. Miles de personas concurren a improvisados estadios, se multiplican las competencias por el país y surgen los primeros ídolos deportivos.

La diversión más cercana al deporte, en sus inicios, eran los clásicos universitarios de fútbol. Estos encuentros eran una verdadera fiesta: familia y amigos asistían a las presentaciones musicales y artísticas que preparaban los equipos en torno a esta disputa. Habían carros alegóricos, transporte de acercamiento gratuito, que eran novedosos para la época como las «taguas», mecos gigantes, espectáculos de luces y fuegos artificiales que transmitían felicidad y un ambiente de familiaridad a todos.

Los clubes sociales y deportivos como instituciones comienzan a proliferar durante las primeras tres décadas del siglo XX. Como un espacio de encuentro entre vecinos de un mismo barrio, el Club era un lugar de carácter sencillo y singular por el compromiso y familiaridad con las distintas personas que formaban parte de esta institución.

Para sostenerse económicamente, los clubes basaban su economía en los socios, personas que se vinculaban al club y accedían a beneficios mediante el pago de una cuota mensual, trimestral o anual. Los clubes, a su vez, financiaban sus insumos (balones, camisetas, medicamentos) mediante estos aportes, lo que generaba una relación de dependencia e identificación de los clubes con sus hinchas. Incluso los primeros dirigentes de los clubes eran los principales hinchas del club.

Con la aparición de los primeros torneos de carácter oficial, y más aún con el comienzo del campeonato profesional en 1933, se pasa del espectador pasivo, que solo emitía exclamaciones de apoyo o desaprobación después de un gol, a un aficionado más activo, que acompaña las jugadas, se exalta con un intento fallido de gol o se desespera con ir perdiendo, quedando diez minutos de encuentro.

Lentamente los hinchas de un equipo determinado comienzan a ubicarse en zonas fijas de los estadios, y comienzan a vestir e identificarse con los colores de la camiseta y con los jugadores de sus equipos, además de seguir apasionadamente la transmisión de partidos por la radio o los análisis del juego en revistas especializadas.

La diversa gama de hinchas, que pueden ser aficionados, espectadores o simpatizantes, generan un vínculo con su equipo por distintos factores, como por su país de origen o la región en la que viven, como ocurre con los «clubes de provincia». La cercanía a un equipo implicaba necesariamente la rivalidad hacia otros.

Estas rivalidades dan paso a los partidos conocidos como los «clásicos», donde las hinchadas realizan grandes despliegues de apoyo a sus equipos, con cantos, banderas y los colores asociados a las respectivas camisetas.

Ya con el paso de los años, en 1960, la relevancia que alcanza el fútbol profesional en Chile provoca un aumento del fanatismo y las demostraciones de apoyo a los equipos crecen mucho. Los jugadores pasan a ser personajes públicos, familias completas apoyan a sus equipos y los partidos son televisados. Este fenómeno se consolida con el Mundial del ’62 y la consecuente masificación del ídolo futbolístico.

A fines los de los años 1970 aparece la primera barra organizada, llamada Barra Juvenil de Colo – Colo. Esta fue la primera en cantar en los estadios coordinados por una caja; en tener una bandera gigante y viajar por Chile para alentar al equipo.

Dentro de unos años, en 1975, asume el ex general director de Carabineros Eduardo Gordon Cañas como presidente de la Asociación Central de Fútbol (ACF), lo que hoy se conoce como la ANFP. Gordon Cañas fue enviado por el régimen militar para controlar la cúpula de la dirigencia del fútbol chileno, dato que no es indiferente ya que desde este punto el futbol nacional comienza a ser manipulado para usarlo en contra de nosotros mismos, la organización del pueblo en las hinchadas pasa a ser cooptada por el régimen militar y sus intereses.

A partir de la segunda mitad de la década del 80’, el fenómeno de las «barras bravas» y el aumento de los hechos de violencia en los partidos de fútbol provocan un cambio en la relación entre el hincha y el club. Las familias y amigos comienzan a reunirse en espacios privados para ver los partidos transmitidos por la televisión, dejan de ir al estadio y las barras toman el control del espacio público con sus normas y estructuras, mucho de esto tiene que ver con la dictadura impuesta por el tirano Pinochet y su opresión y manipulación en el deporte y el plano nacional, prueba de esto es la entrada de Eduardo Gordon Cañas como presidente de la ACF.

Sin embargo, las barras siempre han sido un símbolo de unión y de lucha, siempre han demostrado que, sin importar el resultado o el lugar, la fidelidad de estas con el club que aman es algo que no se puede definir.

Pero luego de la implementación de las sociedades anónimas con la privatización del club iniciada 1980, gracias a la segunda intervención político militar hecha al club deportivo Colo Colo, se genera una importante inestabilidad deportiva en el club y una deuda enorme hacia el club que recién se terminó de pagar el año 2010. Allí quedó demostrado que no importando lo acontecido, los barristas Albos aún seguían ahí siempre fieles a la consigna y en gran escala siempre apoyando al club que amaban, levantando manifestaciones sociales de gran envergadura durante los años 80’ frente a la dictadura del tirano Pinochet.

Independiente de lo ya mencionado, el legado de las barras, están en su mayor esplendor, donde queda demostrado que los barristas y sus integrantes no están en beneficio de un estado opresor como el que hoy encabeza el asesino Piñera. La consigna de “Calles con sangre, canchas sin futbol” es el reflejo claro del malestar del hincha hacia el gobierno, y este mismo a través de las sociedades anónimas que quieren usar el futbol como herramienta de división y manipulación, tal como se vio en la dictadura del tirano Pinochet.

Este hecho es narrado por el ex seleccionado y deportista profesional, Carlos Caszely, donde en una entrevista relata: Pinochet buscaba manejar el fútbol para, por ejemplo, hacer jugar a Colo Colo y la U un 11 de septiembre. A Colo Colo siempre lo hicieron jugar en esa fecha, siempre”. Con el propósito de distraer las manifestaciones que solían ocurrir en esa fecha. El exdelantero es enfático en señalar que “todo el mundo sabe que la dictadura se aprovecha mucho del deporte, y del fútbol en especial, para hacer olvidar a la gente de sus problemas; el fútbol es el circo del pueblo”.

Y ahora vemos el rol que cumplen las barras en la revolución que hoy se está realiza en nuestro país, como estos hinchas son un símbolo de lucha que ampara y resguarda la seguridad de todos los manifestantes en las distintas plazas del país a través de la primera línea, como han sido el escudo y ejemplo de unión en cada protesta. Antes era muy difícil ver a barristas de Colo Colo conviviendo en un ambiente de unión con barristas de la Universidad de Chile, esto significa que estamos venciendo las barreras que nos quiere imponer el gobierno opresor a través de las mafias en el fútbol y sus lucros deportivos como Estadio Seguro. Ante el asesinato de compañeros barristas como Jorge Mora ,mas conocido como “Neco”, el pueblo y las barras honran y ejemplifican al compañero porque es un símbolo de unión para las barras y para el pueblo. Dejando en claro que no se deben dejar las calles ni abandonar la lucha del pueblo.

Ni los deportistas ni los hinchas se rendirán ante los empresarios, el estado y sus perros. Mientras ellos no nos dejen soñar con un cambio social, económico y real, las barras no los dejarán dormir.

¡Que viva el fútbol y las barras, porque ya nos cansamos de luchar entre nosotros y ahora el enemigo lo tenemos en común!

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