Por Christian Berrios y Christian Leiva

Día 4 de septiembre de 1973, mientras la multitud llenaba las calles del centro en una manifestación gigantesca para celebrar el tercer año del gobierno de la Unidad Popular, las fábricas Mademsa, Madeco, Sumar e Indugas que estaban en manos de uno de los sectores obreros más conscientes y organizados, eran allanadas por las tropas de la Fuerza Aérea, resultando tres trabajadores heridos.

Esa fue la gota que rebalsó el vaso dentro de los Cordones Industriales, provocando una contundente respuesta política por parte de la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Único de Trabajadores en Conflicto, a través de una carta dirigida al presidente Salvador Allende el día 5 de septiembre1. En ella, se emplaza al presidente a apoyarse en las masas organizadas y frenar el avance de la contrarrevolución llevada adelante por el empresariado nacional, en colaboración con la agencia de inteligencia de Estados Unidos.2 Los Cordones habían defendido el gobierno de Allende en los momentos más duros, habían logrado mantener cientos de empresas produciendo bajo control de los propios trabajadores, pero un sector advertía que el Estado seguía estando en manos de la misma clase empresarial; las Fuerzas Armadas se encontraban respaldadas por la Ley de Control de Armas aprobada por el Congreso, quienes reprimían y allanaban selectivamente las fábricas y los sectores más combativos de la clase obrera.

Definitivamente este Estado no era el prometido por Salvador Allende cuando levantó el Programa con que llegó al gobierno; el que prometía el “traspaso del poder de los antiguos grupos dominantes a los trabajadores, al campesinado y sectores progresistas de las capas medias” según le recordaban los cordones al presidente. El programa prometía “transformar las actuales instituciones del Estado donde los trabajadores y el pueblo tuvieran real ejercicio de poder” (Unidad Popular, 1970, pág. 13) y eso era lo que ellos exigían en las últimas instancias.

En ese marco, las y los trabajadores le preguntan ¿dónde está el nuevo Estado? ¿La nueva Constitución Política, la Cámara Única, la Asamblea Popular y el Tribunal Supremo designado por esa Asamblea que prometía el Programa de la Unidad Popular? Y sobre todo ¿dónde había quedado el rechazo al “empleo de las Fuerzas Armadas para oprimir al Pueblo”? Los Cordones citan en forma textual el Programa y advierten que ellos no votaron por un hombre, votaron por un programa.

La carta de los cordones afirmaba “Tenemos el convencimiento que durante los tres años transcurridos de la UP se podrían haber ganado no sólo batallas parciales, sino la lucha total”. La carta tiene un tono de frustración y desilusión de la dirección del gobierno de la Unidad Popular en el proceso revolucionario y advierten a Allende, con un tono premonitorio que estremece por su claridad, que si no se cumple el programa de la UP -es decir que el Estado pase a manos de los trabajadores- perderá el apoyo de las masas y será el responsable de llevar al país a la “masacre fría, planificada, de la clase obrera más consciente y organizada de Latinoamérica”3.

Seis días después la premonición de los Cordones Industriales se cumplió con una sangrienta exactitud.

Pero ¿qué eran los cordones industriales que tenían la osadía de hablar así a quien dirigía la “Revolución pacífica hacia el socialismo”? ¿Quiénes eran los que se anticiparon con tanta claridad a la derrota sangrienta de la Revolución Chilena? ¿Quiénes fueron los que se atrevieron a señalar a Allende como el responsable Histórico de esa masacre?

El contexto político y la organización obrera posibilitaron la formación de los cordones industriales

A fines de la década del 60 y principios de los ‘70, Santiago era la principal zona de concentración de industrias del país, aglutinadas principalmente en cuatro comunas de la capital. Las condiciones de miseria de las y los trabajadores, se mantenía desde las décadas anteriores, tal como atestigua un dirigente de una industria conservera de ese entonces. A los salarios miserables, se sumaba el cuadro marcado por “obreros comiendo en el suelo y en los jardines de la empresa, puesto que la industria no tenía casino. Mujeres con orificios en las botas por donde entraba la humedad, propia del lavado de tomates” (Henríquez, 2014, pág. 56).

Bajo estas condiciones históricas de miseria la clase trabajadora se había alzado a principios de los años 60 y había puesto sus esperanzas de cambio en la Democracia Cristiana y su “Revolución en Libertad”. Ante las esperanzas defraudadas, la clase desposeída siguió movilizándose y demandando mejores condiciones. La clase trabajadora, en general, vio con simpatía y sintió como propia la candidatura de Allende a la presidencia, la que prometía no solo el mejoramiento de las condiciones de vida de los pobres del país sino también la “transformación del Estado” para que “los trabajadores y el pueblo tengan el real ejercicio del poder…”4.

Una vez en el gobierno, la Unidad Popular proponía la división de la economía en tres grandes áreas: El Área de Producción Privada, el Área de Propiedad Social (APS en adelante) que serían las empresas del Estado y un Área de Producción Mixta con capitales privados y públicos. Las empresas estratégicas y monopólicas del país, que se mantenían en manos de los privados, debían pasar al Estado, pagando a los propietarios el valor de la expropiación.

Las condiciones de maltrato y explotación que se mantenían en las fábricas administradas por la burguesía llevaron a un punto de ebullición a la clase obrera. Aumentaron las huelgas en forma exponencial, por su parte los empresarios comenzaron a boicotear al gobierno deteniendo las inversiones, reduciendo los stocks de materias primas y disminuyendo artificialmente la producción. Frente a estas situaciones repetitivas, la vanguardia de las y los trabajadores asumió la iniciativa y comenzaron a tomar las fábricas, presionando al gobierno para que las expropiara y traspasara al Área de Producción Social. Así, a contrapelo del gobierno, muchas empresas fueron expropiadas por la acción directa de sus propios trabajadores. Todo dentro de un proceso dinámico y contradictorio en que, por su parte, la burguesía a través de los tribunales de justicia iba recuperando la propiedad de varias de esas empresas.

1 Para revisar la carta en http://www.archivochile.com/Mov_sociales/mov_obrero/MSmovobrero0001.pdf.

2 Ver https://www.ciperchile.cl/2020/09/15/documentos-desclasificados-de-eeuu-registraron-la-genesis-de-la-instruccion-de-nixon-para-derrocar-a-allende/.

3 Todas las citas de la carta provienen del texto de la Carta de la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente único de Trabajadores en Conflicto, cuyo texto se adjunta en esta revista.

4 Programa de la Unidad Popular, Santiago de Chile 17 de Diciembre de 1969, Disponible en www.archivochile.com.

Si te interesa seguir leyendo este artículo de la revista y otros haz click acá para contactarnos…

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí