Compartimos dos breves notas de estudiantes de la Universidad de Chile y de una trabajadora sobre la retirada de los lienzos propalestina de la Casa Central de la Universidad.

“Se han retirado los lienzos desplegados en el frontis de la Casa Central de la Universidad.” Reza en la apertura del comunicado emitido el jueves 4 de julio por Rectoría. Los lienzos no se retiran por sí solos, si se quiere realizar una acción que obedece a una postura que se defiende desde su posición de poder, hay que adherir a ella con la responsabilidad institucional que esta conlleva y con esto asumir que estas medidas de censura sólo llevan a que se silencien las voces críticas que con tanto ahínco publicitan estar formando al momento de ofrecer sus carreras a las nuevas generaciones de estudiantes, de las que no nos cabe duda que como nosotros, más temprano que tarde, también abogarán con convicción por la defensa de los derechos humanos de manera pujante e irrestricta.

La imposibilidad de tener este tipo de demostraciones en Gaza, como lo es realizar expresiones en una fachada, dada la inexistencia estructural material de las universidades que ahí existen y de las cuales sus edificaciones hoy en día solo quedan ruinas, es lo que nos lleva a pensar que la idea propuesta por Rectoría de reforzar lazos con universidades Palestinas es, por lo bajo, ilusoria, y en la práctica carente de un real sentido de apoyo solidario hacia una sociedad vulnerada. De esta forma, al momento que se agotase la retórica burocrática-administrativa del cómo es correcto o no manifestarse y quede finalmente en evidencia el discurso entrelíneas que como Universidad de Chile “no es nuestro problema”, será posible vislumbrar la verdadera “fachada” de la Universidad, que no es sobre la que se cuelgan los lienzos, sino aquella donde aparentan establecerse como una institución de fuertes bases valóricas en términos de resguardo de los DDHH. Así lo demuestran cuando proponen implícitamente que, dentro de las voces plurales, participen grupos que avalan e incitan al exterminio de personas palestinas, convirtiéndonos de paso en una institución cómplice del genocidio perpetrado por Israel, situación potenciada al hacerse vista gorda por más de dos meses a siquiera evaluar la situación de los convenios que hasta el día de hoy se mantienen con las universidades israelíes, que activamente ponen sus recursos económicos y humanos a disposición para la experimentación social, armamentista y militar, al mismo tiempo que dentro de sus instituciones no escatiman en acallar a las voces disidentes que denuncian las vulneraciones de derechos humanos e incluso crímenes de guerra, mediante la censura.

Es sabido y también denunciado que los intereses sionistas han permeado distintas capas sociales de nuestro país, desde acuerdos económicos estatales de compras de armas hasta de administración, uso y vigilancia de tierras con acceso exclusivo del ejército israeĺí en el Sur de Chile. Y si la Casa Central le pertenece a Chile y sus habitantes, como ciudadanos del estado de Chile es que tomamos la responsabilidad de hacernos parte de la historia viva de este monumento nacional poniéndolo en la opinión pública como bastión de resistencia solidaria para con los pueblos oprimidos.

Desde el inicio del acampe hemos llamado a establecer verdaderos canales de diálogo, mediante los cuales poder problematizar de manera efectiva la que consideramos una falsa neutralidad respecto a la situación en Palestina, ya que ante un genocidio no se entiende que pueda existir tal imparcialidad. La situación no puede esperar meses en mesas de trabajo que, en los ánimos de diluir la contingencia, peligran siquiera poder llegar a concretarse. Y en cuanto a la formalidad de normas administrativas, la única forma de apelar a la conciencia de quienes parecieran estar dormidos ante tanta atrocidad es mediante demostraciones de desobediencia civil, manifestaciones pacíficas concientizadoras de las cuales nuestros lienzos han sido instrumento visibilizador fundamental.

Gabrielle Rojo

Chacal Rojo


En una reprochable y triste declaración, Rectoría enlista los motivos por los que son retirados los lienzos y carteles de la fachada de casa central, así como el fin del acampe. Menciona con seriedad su profunda preocupación por el cuidado de los espacios, tanto físicos como teóricos. Defiende la protección del edificio de casa central como monumento nacional, y aboga por el derecho a libertad de opinión y el desarrollo de espacios pluralistas dentro del sagrado espacio universitario.

Parece ser que el ego universitario ciega, una vez más, a rectoría. Qué triste y qué deleznable es que, un espacio donde se debiera potenciar el pensamiento crítico, sea capaz de hacer una declaración así de inconsecuente.

Si a la dirección le importase tanto el patrimonio, desde una visión de interés real por el resguardo de monumentos nacionales, algo de simpatía tendría por los miles de sitios históricos, museos, universidades, etc en la franja de Gaza y el resto de Palestina ocupada, que han sido destruidas por el estado de Israel en estos 9 meses de genocidio.

Lo que fallan en notar los fetichistas del patrimonio es que el resguardo de un monumento no es solo pintar la fachada o no colgar lienzos. Resguardar un edificio, un objeto o un lugar sólo por cuidarlo, carece de sentido. Casa central no es un objeto arqueológico que dé cuenta de una sociedad pasada. Es un espacio vivo donde transitan personas con ideas, valores, con garra. Así demuestra el acampe en solidaridad con Palestina. Personas que están dispuestas a entregar su tiempo para defender aquella franja que se encuentra muy lejana, por el simple hecho de hacer lo que hay que hacer.

Señora Devés, si usted quiere que el alumnado se haga partícipe del cuidado y defensa de su casa de estudio, más le vale buscar otros recursos. ¿Qué le parecería fomentar que sus estudiantes y funcionarios puedan defender lo que es correcto? (y en esa misma línea, tal vez considerar no tener más acuerdos académicos con universidades de estados genocidas?). Quizá usted no se entera aún, pero a pesar del prestigio que pueda tener la Universidad de Chile, muchos de sus alumnos o ex alumnos no se sienten orgullosos de haber pasado por ahí. La paupérrima declaración que emitieron es una expresión más del por qué. ¿Quién, en su sano juicio, se enorgullecería de una universidad pública que defienda el derecho de opinión de un estado genocida?

Abarco entonces el segundo penoso punto que mencionan: “la fachada no puede ser usada para expresar exclusivamente las visiones de un grupo en particular, por legítimas que éstas sean”. Releo esta frase y me quedo en blanco de asombro y disgusto. ¿De verdad quieren decir esto? Los ex estudiantes sabemos que la realidad de la Chile es que es una universidad ratona, pero la frase de este punto lo vuelve algo aún peor. Sra Devés, nos encontramos presenciando el genocidio mejor documentado, transmitido en vivo, del que exista registro en la historia de la humanidad. ¿Quiere darle un espacio a opinar a quienes están perpetrando crímenes de lesa humanidad?

A la comunidad universitaria:

Rectoría es una pequeña parte de la llamada “comunidad universitaria”, pero no la representa en sí. Queda en nuestras manos la apropiación de los espacios para poder exigir lo que es indispensable y urgente en estos días: Presionar internacionalmente, en todos los aspectos y de todas las formas posibles al quiebre de toda relación académica, diplomática o económica con el Estado de Israel, al cese al fuego inmediato en Gaza y al fin de la ocupación Israelí en Palestina. Nuestro deber es exigir el derecho de una Palestina libre, laica y soberana. Aquí no hay lugar a la opinión sionista. ¡Por la destrucción del estado genocida de Israel!. ¡Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá!

Abigail C.

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