La acción de los palestinos, el sábado 7 de octubre, invadiendo las zonas ocupadas por Israel, precipitó una crisis política que se tornó el centro de la lucha de clases mundial. El tema es debatido por activistas y sectores importantes de las masas en todos los países. Tiene un efecto de divisor de aguas, un factor de crisis también en las organizaciones de izquierda.
Por: Eduardo de Almeida, originalmente publicado en litci.org
Fue la expresión militar de la brutal insatisfacción de un pueblo con rabia por el hambre y la opresión resultantes del bloqueo israelí a Gaza hace 16 años.
Esta acción tuvo un impacto directo en Israel, la región y el mundo. En Israel, sacudió fuertemente la confianza en sí mismo del Estado y de su población. Fue un duro golpe a la arrogancia resultante de la brutal superioridad militar. Más aún frente al gobierno ultraderechista de Netanyahu, que aseguraba que bajo su liderazgo los palestinos serían aplastados.
En el mundo, añadió un fuerte elemento de crisis al orden mundial, ya sacudido por la ola descendente de la economía internacional desde la recesión de 2008, por el conflicto interimperialista entre Estados Unidos y China, por la guerra en Ucrania.
La crisis en Oriente Medio está en el comienzo. Podría empeorar significativamente si evoluciona hacia una más que probable invasión terrestre de Gaza por parte de Israel y/o hacia una nueva Intifada.
Aquí queremos tocar algunas polémicas que surgieron a partir de ahí.
¿Es esta una guerra de “la democracia contra la barbarie”?
El Estado de Israel es producto de una iniciativa imperialista para establecer una fortaleza, con armas nucleares, en una región con los mayores depósitos de petróleo del mundo.
La resolución de la ONU de 1948 de crear un Estado para los judíos en la tierra de los palestinos fue violencia de los países imperialistas, apoyados por la URSS dirigida por el estalinismo.
No tiene nada que ver con la propaganda sionista de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Fue esta la contraseña para décadas de limpieza étnica, con métodos nazifascistas contra el pueblo palestino que habitaba esa región.
“Se llevaron a cabo ataques y masacres similares en muchas otras aldeas. Se estima que, en seis meses, alrededor de 500 de ellas fueron destruidas, 20.000 palestinos fueron asesinados y 800.000 fueron expulsados de sus tierras. Esa “limpieza étnica” es la “marca de nacimiento” del Estado de Israel. “(Nakba: los jóvenes no la olvidan”, Soraya Misleh y Alejandro Iturbe)
Theodor Herzl, el creador del sionismo moderno, en su libro El Estado judío, de 1896, planteaba dos “opciones” de lugares para crear el nuevo Estado: Palestina y Argentina. Un año después, un congreso sionista internacional definió por Palestina. Imaginen el legítimo odio histórico de los argentinos, si fueran expulsados militarmente de sus tierras por una decisión imperialista.
Israel no tiene nada que ver con una “democracia moderna” contra la barbarie árabe. La “democracia” israelí excluye a los palestinos y sólo permite la participación de judíos israelíes. Cuenta con el apoyo de un Estado con armas nucleares, más fuerte en términos militares que muchos países imperialistas. Hay una rutina de represión brutal, prisiones políticas, asesinatos de hombres, mujeres y niños, operada por el Estado de Israel. No existe nada parecido en el mundo de hoy. No se trata sólo de una represión muy violenta, sino de limpieza étnica. Es decir, un fenómeno histórico similar a lo que hizo el nazismo contra los judíos.
El verdadero rostro de Israel simplemente no aparece en el cotidiano de su brutal opresión al pueblo palestino por la complicidad de los grandes medios de comunicación burgueses.
La primera discusión a ser hecha con el conjunto de los activistas sobre la cuestión palestina es la siguiente: el carácter brutal de la opresión israelí sobre el pueblo palestino está en el origen de todo este proceso.
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La polémica sobre la violencia
La audacia y la importancia política de la acción de Hamás sacudieron inmediatamente a gran parte de la izquierda mundial.
La prensa burguesa utilizó ampliamente las muertes de civiles para presentar a los palestinos como “terroristas” y la reacción de Israel como “legítima defensa”.
Un sector reformista, como la dirección del PT en el Brasil y Boulos (PSOL), respondió a esto criticando la violencia de las acciones de Hamás y las muertes de civiles.
Entendemos perfectamente cómo esto puede impactar a los activistas honestos. Pero es necesario encarar la discusión desde su origen y lógica interna.
Hay una guerra declarada por el Estado israelí contra los palestinos. Reaccionar también con acciones de guerra es un derecho elemental de cualquier pueblo.
El Estado israelí no tiene nada de “democrático” en su relación con los palestinos. El bloqueo de Gaza hace 16 años se impuso porque los “demócratas” israelíes no aceptaron que Hamás ganara las elecciones en la región, en 2007. Hamás, a diferencia de la Autoridad Palestina, no se sometió a Israel y por eso Gaza se convirtió en una especie de gueto de Varsovia, cercado, aislado y reprimido durante todos estos años.
Entendemos por qué la gente prefiere la paz. En condiciones normales, a todo el mundo le gusta la paz. Pero cuando hay violencia por parte del opresor, criticar la reacción violenta de los oprimidos es aceptar el statu quo, la continuidad de la opresión. La inexistencia de paz es producto de la guerra emprendida por Israel contra los palestinos desde 1948. Las muertes de civiles israelíes son responsabilidad del Estado de Israel.
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¿Estar en la lucha con los palestinos es apoyar a Hamás?
En una guerra es necesario tener un lado. Estamos con los palestinos. Y eso significa unidad de acción, incluida la acción militar con Hamás. Otra cosa, muy diferente, es apoyar política y programáticamente a Hamás.
No capitulamos ante la presión pacifista de la democracia burguesa, pero tampoco dejamos de lado nuestra independencia política frente a Hamás. Polemizamos con su programa, con su estrategia.
Los procesos revolucionarios pueden imponerse frente a Estados burgueses muy fuertes. El imperialismo puede ser derrotado. Pero la única manera de hacerlo es poniendo a las masas en acción. Esto es lo que puede potenciar la lucha armada.
No hay condiciones para derrotar a las fuerzas armadas israelíes y el imperialismo norteamericano que las apoya sin un proceso revolucionario de masas.
La Intifada de 1987 a 1993 fue un levantamiento fortísimo de la juventud palestina que puso a Israel a la defensiva. Esta gran acción de masas acabó siendo traicionada por las direcciones con los Acuerdos de Oslo. La segunda Intifada (2000-2005) también levantó a los palestinos, terminando una vez más con el acuerdo Abbas-Sharon.
Las dos Intifadas son referencias necesarias para el momento actual de la lucha. La reanudación de la primavera árabe, con movilizaciones contra las dictaduras de la región, incluida la dictadura islámica de Irán, sería esencial para la lucha palestina.
Esta no es la estrategia de Hamás, que apuesta por una alianza estratégica con los regímenes iraní, turco y qatarí contra el Estado de Israel, en lugar de apoyarse en las clases explotadas y oprimidas de estos países y de toda la región.
Por eso no vemos que la estrategia de Hamas sea la movilización revolucionaria de las masas palestinas y de toda la región combinada con la lucha armada.
Para ser precisos en esta discusión, tampoco estamos de acuerdo con la posición defendida por Gilberto Achcar en un artículo reciente sobre el tema “Sobre la contraofensiva de octubre de Hamás”. Achcar afirma: “Contra un opresor que es muy superior en medios militares, la única forma de lucha verdaderamente eficiente para el pueblo palestino es elegir el terreno en el que pueda eludir esta superioridad. El auge de eficacia de la lucha palestina se alcanzó en 1988, durante la Primera Intifada, en la que los palestinos evitaron deliberadamente el uso de medios violentos”.
En nuestra opinión, Achcar va en sentido contrario, señalando la importancia de la lucha de masas, pero sin ver la necesaria combinación con la lucha armada. Realmente, no hay posibilidad de derrotar a Israel sólo con una lucha entre dos ejércitos, sin recurrir a la movilización revolucionaria de las masas. Pero la lucha de las masas tendrá también una combinación necesaria con la lucha militar o será derrotada. Incluso la heroica juventud palestina de la Intifada no podrá derrotar a los tanques israelíes sólo con piedras.
Hamás es una organización que defiende un Estado teocrático como otros que existen en Medio Oriente, incluido Irán, contra el cual hay luchas de masas de las mujeres y el pueblo en su conjunto.
Respetamos a quienes creen en el islamismo y rechazamos las posturas prejuiciosas contra los islámicos. Pero en nuestra opinión, la destrucción del Estado de Israel no puede basarse en la construcción de un Estado teocrático, que sólo dividiría a los palestinos.
Defendemos una Palestina laica, democrática y no racista, en la que personas de todas las religiones puedan convivir en paz. Además, no estamos de acuerdo con las características autoritarias de Hamás, que impuso una verdadera dictadura en Gaza.
Hamás es una organización burguesa que no defiende una estrategia socialista. Esto significa que lleva a la formación de una burguesía islámica y no rompe tampoco, de manera consecuente, con la dominación imperialista en la región.
Nada de lo que decimos nos impide luchar junto a Hamás y las masas palestinas contra el Estado de Israel y los imperialismos. Pero para eso, mantenemos nuestra independencia política y nuestro programa socialista y revolucionario.
Traducción: Natalia Estrada.