Desde el advenimiento de la “democracia”, precisamente la elección de 1989 que llevó al gobierno a Patricio Aylwin, las y los trabajadores hemos participado en ocho elecciones presidenciales (Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Sebastián Piñera y Gabriel Boric). Para saber lo que sucederá en el próximo gobierno es muy importante que hagamos un balance de cada uno de esos presidentes que han sido los jefes del Estado chileno.

Si bien es cierto que el actual capitalismo neoliberal chileno fue impuesto por la dictadura de Pinochet, que hizo retroceder todas las conquistas de la clase trabajadora, como la nacionalización del cobre, la reforma agraria, los derechos laborales, etc., ese camino no tiene vuelta atrás con ninguna de las propuestas presidenciales hoy.

Las campañas electorales embaucan a las mayorías


En cada una de las elecciones vemos cómo se despliegan millones de pesos en campañas electorales de los “presidenciales” y, por supuesto, las campañas que decenas de candidatos hacen prometiendo miles de empleos, alza en los salarios, terminar con las colas de los hospitales, frenar la violencia y un largo etc. Si bien hay una ley del financiamiento de la política, también es cierto que, aun así, los grandes empresarios ponen mucho dinero (legal e ilegalmente) para que, “gane quien gane”, trabaje duro para mantener las cosas a favor de ellos.

Lo cierto es que, si revisamos las campañas anteriores, nos daremos cuenta de que estas ofertas son las banderas de campaña de todos los sectores y que ese enfrentamiento que vemos por la TV entre derecha e “izquierda” es un teatro, porque quien gane el gobierno y la mayoría en el Parlamento trabajará incansablemente, pero no para resolver las demandas de trabajadores y el pueblo, sino para cumplir las órdenes de los dueños del país. Es decir, las diez familias que nos “expropiaron todo sin indemnización”, quedándose con el cobre, el litio, los bosques, el mar, los puertos y caminos, la previsión social, la salud y la educación.

Quiénes son los candidatos

Hoy tenemos candidatos que supuestamente son muy distintos, al menos los dos que podrían pasar a segunda vuelta (Jeannette Jara, José Antonio Kast o Matthei), pero es muy bueno poner atención en lo que proponen y llegaremos a la conclusión de que las diferencias son pequeñas en relación con los temas más relevantes para la clase trabajadora, bien mínimas.

Y los demás candidatos no lo hacen diferente: Marcos Enríquez-Ominami, Johannes Kaiser, Franco Parisi, Harold Mayne-Nicholls. Discursos más o menos radicales, no proponen ningún cambio profundo y serio para mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador.

Tal vez quienes lean nos dirán que Eduardo Artés es de izquierda, denuncia al gobierno, plantea demandas de los movimientos sociales y dice defender los DD. HH. Sin embargo, para entender lo que realmente defiende Eduardo Artés, debemos ver cuáles son sus referentes internacionales: gobiernos capitalistas dictatoriales “de izquierda” como el de Corea del Norte, de Maduro (Venezuela), Ortega (Nicaragua) y el gobierno chino, que ha construido una enorme potencia capitalista basada en la sobreexplotación de la clase trabajadora y una dura represión a la lucha social y sindical (como fue el aplastamiento de la rebelión popular de Hong Kong hace algunos años).

¿Qué es la derecha chilena?Entre los lectores de este periódico es difícil creer que exista alguna ilusión en la derecha chilena. Sabemos que los partidos de derecha (con algunas diferencias entre ellos) son representantes del gran empresariado que saquea cotidianamente el país. Kast, Matthei, Kaiser, etc., son defensores del legado de Pinochet y de la democracia de los últimos 30 años, de las AFP, de la privatización de la salud, de la represión a estudiantes, trabajadores y mapuche, etc.

Sin embargo, decir eso no es suficiente. No es suficiente porque hay una campaña de engaño, por parte de la mayoría de la “izquierda” (socialistas, comunistas, representantes de movimientos sociales, etc.), diciendo que la derecha chilena es fascista. Esa campaña tiene un objetivo: engañar a los trabajadores para que voten por Jeannette Jara y mantener todo como está. Mientras dicen que la derecha es fascista, son los mismos que hacen acuerdos permanentes con esa misma derecha para aprobar leyes duras contra los trabajadores, jóvenes y mapuche en el Parlamento.

¿Y por qué decimos que la derecha chilena no es fascista?


El fascismo (o el nazismo) fueron movimientos surgidos en Europa durante los años 30 en un contexto de profunda crisis económica. Fueron movimientos financiados por sectores importantes de las burguesías alemana e italiana, con gran apoyo en sectores pequeñoburgueses empobrecidos. Esos movimientos, que se apoyaban en principios racistas, anticomunistas y dictatoriales, organizaban bandas criminales para atacar a los obreros, cerrar sindicatos, arrestar masivamente a opositores, promover el genocidio de grupos sociales como los judíos, etc.

La derecha chilena hoy no tiene nada que ver con eso. Si bien defienden el legado de Pinochet, no podemos decir que son fascistas. Todos los candidatos de derecha están adaptados a la democracia burguesa, a los acuerdos parlamentarios, a gobernar utilizando la legalidad burguesa, etc. La derecha hoy no necesita utilizar bandas paramilitares para reprimir a los trabajadores. Pueden utilizar el Estado, los Carabineros y las Fuerzas Armadas, como hace también el gobierno de Boric, al mantener un estado de sitio permanente en el territorio mapuche.

El fascismo puede resurgir algún día en Chile si se produce una situación de profunda crisis económica, social y política. Sin embargo, hoy estamos lejos de ello. Esto no significa decir que un gobierno de Kast, Kaiser o Matthei no podría significar retrocesos a los derechos de los sectores oprimidos (como la población LGBT, las mujeres, los mapuche) y de la clase trabajadora en general.

La mejor forma de combatir a la derecha chilena hoy no es votando por los que hacen acuerdos con ella para mantener el saqueo del país, como el Partido Comunista, el PS o el Frente Amplio. La mejor forma de combatir a la derecha es luchando por las demandas sociales con movilizaciones y organización obrera y popular.

¿Jeannette Jara es comunista?

Por otro lado, está Jeannette Jara, que es presentada por los grandes medios de comunicación como una candidata comunista, casi como una heredera de Allende. En primer lugar, aclaramos que Jara no puede ser caracterizada de manera individual, sin que caractericemos a su partido, el PC. Un partido se caracteriza por elementos centrales, como su programa, la composición social de su dirección y su militancia, y por su práctica política. En estos elementos no se considera el nombre de un partido. Militar en el Partido Comunista no necesariamente hace que sus militantes lo sean. Ser comunista es bregar, luchar y hacer de las actividades políticas todos los esfuerzos para caminar hacia una sociedad sin clases, en que no exista la explotación del hombre por el hombre, en que los medios de producción —fábricas, tierras, puertos y minas— sean de propiedad común y en que la riqueza sea repartida entre todos. ¿Alguien puede decir que Jeannette Jara y el Partido Comunista defienden algo parecido a eso? Obvio que no, porque las propuestas que nos hacen en su campaña (y lo que han demostrado con su participación en los gobiernos de la Nueva Mayoría y de Boric) son todas en el marco de mantener la estabilidad política y económica para que los dueños del país sigan ganando ríos de dinero saqueando las riquezas naturales y explotando a los trabajadores. ¿O cómo podríamos explicar que parlamentarios comunistas, como el senador Núñez, voten por mantener el estado de excepción en la Araucanía, un estado de excepción que solo sirve para garantizar las ganancias de las empresas forestales de Matte y Angelini y aplastar la lucha del pueblo mapuche?

Por eso decimos que el Partido Comunista hoy, más allá de las intenciones de su militancia de base, que pueden ser muy honestas, no tiene nada de comunista. El PC es un partido capitalista que gobierna Chile para los grandes empresarios. Lo mismo podemos decir de su coalición, compuesta por PS, FA, etc. El Partido Socialista, desde el retorno de la democracia, es uno de los principales partidos burgueses de Chile.

Como vemos, las apariencias engañan y no tenemos ni un solo candidato que sirva al pueblo trabajador. No tendremos un gobierno que resuelva las demandas pendientes gritadas con fuerza en el estallido. Cualquiera que gane, mantendrá las AFP, los bajos salarios, las colas en los hospitales y la posibilidad de más y más accidentes de trabajo, como la tragedia de El Teniente.

Qué proponemos

Desde el MIT decimos con fuerza que debemos votar NULO en estas elecciones presidenciales. El voto nulo, sin embargo, no puede significar apatía o falta de proyecto político. Los trabajadores, la juventud, las mujeres, los mapuche debemos fortalecer nuestra organización de base con mucha discusión política en los barrios, sindicatos, lugares de trabajo, etc. Gane quien gane, tendremos que luchar contra el futuro gobierno, manteniendo las demandas del 18 de octubre, como el fin de las AFP, la lucha por vivienda digna, por salud y educación públicas y gratuitas, la lucha contra la destrucción de la naturaleza y por la renacionalización del cobre y el litio con control de los trabajadores, única forma de financiar los cambios sociales que necesitamos. Para eso es fundamental recuperar las organizaciones de los trabajadores, como sindicatos, federaciones y también la CUT. Hoy muchas de esas organizaciones, lideradas por burócratas sindicales ligados a la derecha o a partidos como el PS y el PC, sirven como representantes de los intereses patronales y de los gobiernos entre los trabajadores, y no como legítimos representantes de nuestra clase.

En el mismo sentido, desde el MIT creemos que la lucha por esas demandas, presentes en las últimas décadas de luchas estudiantiles, sociales y obreras, nos debe servir para construir un proyecto político del pueblo trabajador, un partido revolucionario que plantee conducir a los trabajadores al poder mediante una revolución que pueda expropiar a los grandes grupos económicos del país para poner toda la riqueza producida por las manos obreras al servicio de solucionar nuestras necesidades.

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