Por Paz Ibarra
la lucha de las mujeres durante los últimos años logró reinstalar las demandas contra el machismo y los femicidios, en todo el mundo. A raíz de eso se fueron fortaleciendo corrientes feministas; algunas más cercanas a grupos académicos, a organizaciones internacionales como la ONU o al movimiento indigenista; presentan distintos caminos para alcanzar igualdad entre hombres y mujeres. Algunas ideas comunes a esas corrientes son paridad de género, empoderamiento e igualdad en derechos civiles.
En lo que va del siglo, más mujeres ocupan cargos directivos. Chile, Argentina y Brasil tuvieron presidentas al mismo tiempo. Actualmente, 10 presidentas gobiernan en países como Finlandia, Noruega, Dinamarca y Alemania. Otras 8 mujeres están a la cabeza de organismos financieros que dictan políticas económicas para el mundo: el FMI, el Banco Central Europeo, la secretaria del Tesoro de EE.UU., los bancos Santander y CitiGroup.
Entonces, ¿por qué la vida de la gran mayoría de las mujeres; trabajadoras, pobres, inmigrantes, trans, negras; empeora?
Ni perspectiva de género ni paridad en cargos de poder son la solución. Mujeres y hombres responden a los intereses de la clase social a la que pertenecen, no a los de su género. Esto es más claro cuanto más se concentra la riqueza en unos pocos cientos de miles de individuos (hombres y mujeres) a nivel mundial. En Chile, la matriarca de la familia Luksic, usa su poder económico para incrementar su fortuna y no en favor de las mujeres.
El empoderamiento (alcanzar más poder) buscaría por distintas vías (capacitación, organización, ayudas financieras y cooperación) que las mujeres logren más autonomía en sus vidas. Suena bonito. Grupos de mujeres organizándose, aprendiendo y compartiendo conocimiento, presentando proyectos para obtener fondos…para sacar a sus familias de la miseria o para proteger la propia vida. ¿No debería bastar con el salario conseguido por el trabajo propio para tener suficiente independencia económica y resolver la vida diaria? ¿Acaso las empresarias corren peligro de pasar hambre por el hecho de ser mujeres? El empoderamiento es una máscara para disfrazar la injusticia social, que afecta más a las mujeres. Traspasa a pequeñas comunidades el peso de la solución a problemas sociales, sin tocar los intereses de la clase que causa esos problemas.
El feminismo en sus variantes radicales o burguesas mostró a miles de mujeres sus derechos, pero no consigue avanzar en destruir el capitalismo que las discrimina en el acceso igualitario a la salud, el trabajo, la vivienda. En el mundo capitalista el acceso a los derechos no es ni será igualitario.
El camino recorrido en Chile
Desde 2018, las convocatorias de las coordinadoras NiUnaMenos y 8M, alcanzaron una masividad nunca vista. En marzo de 2019 más de un millón de mujeres en las calles se manifestaron contra el machismo; muchas de ellas vieron en la sororidad (hermandad de género) una nueva fuerza.
Sin embargo la revolución que estalló 7 meses después, mostró la fragilidad de la unión de género. No existió sororidad de las mujeres en el gobierno, ni de las pacas, hacia las secundarias que saltaban torniquetes o las mujeres de la Primera Línea. Las mujeres ligadas al APRA exigen más militarización en el Wallmapu. Las empresarias no han dejado de lucrar a costa de las trabajadoras, aún en pandemia. Empresarios y Estado se ahorran millones de dólares con el trabajo doméstico gratuito. Les da igual quién lo haga.
Y si bien las organizaciones feministas como el 8M son claras en rechazar la sororidad entre mujeres burguesas y trabajadoras, no apuntan a la unidad estratégica de la clase trabajadora, por más discursos anticapitalistas que tengan.
La “huelga feminista” no ha conseguido mejorar las condiciones laborales de las mujeres. Tampoco ha sido una amenaza para los empresarios. La revolución lo demostró. En 2019, la huelga del 12N de trabajadores de unas pocas ramas productivas junto a la gran movilización callejera, puso al gobierno Piñera contra la pared. ¿Qué hubiese pasado si para el 8 de marzo siguiente, la CUT, hubiera impulsado un plan de lucha en todas las fábricas y sindicatos para alcanzar una Huelga General? Tal vez estaríamos en mejor pie. Hasta hoy, el poder de las mujeres por sí solas no basta contra el gobierno ni contra el machismo.
Ahora muchas dirán que a modo general votemos por candidaturas feministas, pero debemos ver qué hay detrás de cada propuesta. Defender un Estado Feminista, de cara a la elección de constituyentes, sin tener claridad de qué clase es la que domina ese Estado, lleva al pantano de creer que un Estado que garantice los derechos a las mujeres se puede conquistar conviviendo con el poder de los empresarios, y que todo eso se podrá lograr a través de redactar una Constitución y no vía revolucionaria, lo que termina siendo un engaño a las mujeres de la clase trabajadora.
Desde el MIT impulsamos dar un duro combate contra el machismo para unir a la clase trabajadora contra los de arriba, y así avanzar en una lucha que le quite el poder a la burguesía y generar las condiciones para liberar a la mujer y a toda la humanidad.